Felipe VI ha vuelto de sus vacaciones secretas, posteriores a las de Marivent. Las que Zarzuela esconde en un clásico de cada verano. Mientras Letizia presidía un acto de entrega de premios, su marido ha presidido la apertura del año judicial en un gesto inequívoco de apoyo al bloqueo que los jueces mantienen, okupando el CGPJ 3 años después de haber caducado su mandato.
Felipe no está obligado a presidir este acto pero fue. Hacía mala cara:
Será que abre el año judicial cuando su padre Juan Carlos I puede ser sentado en el banquillo de los acusados. O será que estos actos le aburren y temía dormirse en directo. Es una probabilidad alta ya que Jaime Peñafiel ha vuelto a escribir sobre la enfermedad que sufre el rey de España: narcolepsia, o como escribe el cronista real "la enfermedad del sueño".
El rey se duerme sin controlarlo, en cualquier lugar y circunstancia. Para evitarlo hay que medicarse.
Escribe Peñafiel en el digital República.com sobre los estudios en el extranjero de la princesa Leonor recordando que a su edad, dieciséis años, ya lo hizo Felipe, no en Gales sino en un internado en el Canadá. Allí se le reveló esta enfermedad: "El régimen era muy exigente, estricto y se aplicaba a rajatabla. Como él padecía la enfermedad del sueño, empezó en tener problemas a la hora de despertarse.
Aunque su compañero de habitación hacía de despertador, no conseguía que se despertara y se desesperaba por el persistente sueño tan profundo de Felipe. Había ocasionas en las que la gobernanta del colegio, Chistina Macintosh, tenía que recurrir a la bolsa de hielo sobre la cara del príncipe. Ni aun así, lograban que se espabilara. Y cuando lo hacía, volvía a dormirse en las aulas durante las clases". No era holgazán, estaba enfermo.
Zarzuela nunca da información sobre la salud del monarca que cumplirá 54 años. Si sufre alguna enfermedad, lesión o dolencia es un secreto de Estado. Excepto para Peñafiel. Puede pasarle como con su padre, Juan Carlos, que se durmió en público en actos oficiales o no podía leer un simple papel del discurso.
Las dolencias del emérito contribuyeron a su abdicación. Las de Felipe son secretas, hasta que sean notorias. Peñafiel destaca "Felipe se quedaba dormido hasta de pie, lo que le creó numerosos problemas durante su época en el internado canadiense y numerosos castigos.
En el internado, se comportó como era: un niño mal criado por mamá, flojo en los estudios, cierta vagancia y falta de interés en general (...) Juan Carlos tuvo que gritarle, la noche del 23-F cuando le obligó a permanecer en su despacho: ¡¡¡Felipe, no te duermas!!!.
Peñafiel habla lo que todos callan: el rey de cierta vagancia y con una enfermedad oculta: narcolepsia.