La corona británica vive en un estado de angustia permanente. La salud del rey Carlos III y la princesa Kate Middleton no invita al optimismo. Y en el caso de la mujer de Guillermo, además, con la agravante de una serie de noticias inquietantes sobre su evolución. Los planes de recuperación serán mucho más lentos de lo que se esperaba, y no reaparecerá hasta otoño. No son buenas nuevas, no. Todo este ambiente enrarecido y triste se complica por las batallas internas clásicas en The Firm. Hay mucha oveja negra: una es el príncipe Andrés, el del escándalo de abusos sexuales, y el otro es Enrique de Sussex. El marido de Meghan Markle, apartado voluntariamente de la actividad real y azote constante de la reputación de padres, hermanos, cuñadas y madrastras. Pues bien, estas dos ramas peligrosas para la institución monárquica se dan la mano. Y todo tiembla.
El motivo, un cumpleaños. El 40.º del príncipe huido. Querrá celebrarlo también en su Inglaterra natal, a pesar de ser consciente del rechazo que genera. Y mucho más después de las dos últimas visitas: una, con el cáncer real caliente sobre la mesa. 12.000 kilómetros desde California de manera urgente para encontrarse tan solo 30 minutos con su padre enfermo. Camila le metía prisa para que se marchara, que no convenía alterar al paciente. Un subterfugio para empujarlo nuevamente al jet privado y hacerlo desaparecer. Y la segunda visita, hace unas semanas, fue por unos actos de los Juegos Invictus que apadrina, dedicados a heridos y veteranos de guerra. Aquí la tensión se disparó, con acusaciones cruzadas. El resultado es que Carlos III está "más enfadado que nunca" con él, que para el príncipe Guillermo su hermano ya no existe, y la fastidiada Kate desconfía después de haberla llamado racista. No sería un buen momento para montar una juerga, pero la habrá.
El experto en monarquía británica Tom Quinn explica en el 'Mirror' sus predicciones sobre la fiesta: está seguro de que dos royals, que pertenecen precisamente al otro huevo podrido de Windsor, recibirán una invitación que quema. Las primas Eugenia y Beatriz de York, las hijas de Andrés con Sarah Ferguson: "Enrique necesita a todos los amigos que pueda tener". Y ellas son de su cuerda, se sienten identificadas por las penurias vividas en el universo royal. "Las princesas de York también tienen la sensación que son forasteras". Se ofrecieron a apoyar a Carlos III al anunciar la enfermedad, asumiendo tareas o responsabilidades. Pero fueron rechazadas, llevan la lacra de su padre con Epstein marcada en la piel. Los 4, Enrique, Meghan, Eugenia y Beatriz, por lo tanto, van en el mismo saco, y el experto asegura que "hay una gran preocupación que formen algún tipo de alianza".
Las princesas de York se la juegan, porque ya enseñaron la patita con un gesto que causó escozor a Carlos y Guillermo: ser las únicas miembros de la realeza que osaban visitar la residencia de los Sussex en los EE.UU. Quinn, si su bola de cristal no está estropeada, apunta un desenlace funesto para la pareja de hermanas: seguir los pasos de Enrique y quedar totalmente fuera de circulación royal, pasando al lado oscuro de la fuerza. Buckingham se está pudriendo a la velocidad de la luz. Todos son sospechosos.