Carlos III sigue luchando contra los males que le roban el sueño y la salud: el cáncer y las batallas familiares. Una combinación demoledora. El segundo frente es una especie de escenario por el que se representan las disputas entre el oficialismo y los apestados, entre la Familia Real 'A' y la 'B'. Entre el rey y dos príncipes polémicos como Enrique, su hijo, y Andrés, su hermano. Sus casos no son iguales, pero comparten la etiqueta de escándalo. Ahora bien, el que afecta a la relación padre e hijo tiene una puerta abierta a la reconciliación. El rey la desea, especialmente cuando su vida ha sido sacudida por una enfermedad puñetera, pero se está despertando tarde. Demasiado tarde. La brecha es demasiado profunda, y de momento Enrique es un muro.
Hace unos días nos hacíamos eco de las palabras del experto en realeza británica, Tom Quinn, que anunciaba el gran giro del caso: el monarca invitaba a Enrique y Meghan Markle a pasar las vacaciones de verano en el castillo de Balmoral, escenario icónico de la familia. Una de cal, pero también una de arena: el cronista anunciaba que la respuesta sería negativa, y que Enrique buscaría todas las excusas posibles para ahorrarse un revival más que amargo. Continuaría la línea marcada durante la reciente visita a Londres por los 'Invictus Games', en la que no existió contacto entre ellos, pero sí acusaciones cruzadas. Que si no me invitas, que si tienes la agenda llena... Toma y daca. La cuerda, sin embargo, se ha acabado rompiendo. "Carlos ha perdido la esperanza. Su paciencia se ha agotado". Ni vacaciones, ni florituras.
Los protagonistas no se han vuelto a ver las caras desde aquella reunión de urgencia de 30 ridículos minutos, entre prisas, presiones y mal rollo. La incomodidad del padre con el hijo que había arrastrado el nombre de la familia por el suelo, acusándolo de racista a él y a su cuñada, pesaba más que la percepción de una realidad con sabor a fracaso y tragedia. Nada funciona, ni hacer de policía bueno ni tampoco de malo. Y el tiempo se agota irremediablemente, mientras los rumores del empeoramiento del monarca, como también los de Kate Middleton, no dejan de dibujar panoramas catastróficos.
Sin embargo, la puerta abierta y la mano tendida del rey, seguramente muy realmente desagradable para Guillermo y su mujer enferma, se ha quedado colgando en el aire. Nadie la coge, como si no existiera. Según el experto, por una cuestión de fondo. Dolorosa e íntima, pero real: "Enrique nunca estuvo cerca de su padre cuando era pequeño: fue criado por el personal doméstico, y en medio de Diana y Carlos, siempre se ha sentido perdido y olvidado. Ahora es demasiado tarde para su padre". Las facturas vienen de bastante tiempo atrás. Aquí no hay solución posible.