El príncipe alemán y jefe de la Casa Real de Hannover, Ernesto, hace meses que vive en Madrid. Su traslado a la capital de España parecía que había conseguido un milagro: domesticar su carácter volcánico, agresivo y problemático. Estar cerca de su hijo Christian, la nuera Sassa de Osma y los pequeños nietos Nicolás y Sofía actuaba como bálsamo pacificador. Las fotografías que los paparazzis le conseguían robar eran las de un padre, suegro y abuelo feliz, una versión desconocida del todavía marido de Carolina de Mónaco, a pesar de estar separados desde hace mucho tiempo. Un cambio radical, vaya, como todo en su vida. La guinda del pastel happy es que en Madrid también ha encontrado el amor con Claudia Stilianopoulos, hija de Pitita Ridruejo. Tenía todo el viento a favor para redimirse, pero sólo ha sido un espejismo. La realidad es que sigue teniendo la misma mala leche, o más. Sólo la estaba conteniendo un poco.
La propia Claudia, a la que conoció en la idílica y veraniega Ibiza, ha sufrido los excesos de su novio royal multimillonario. Quizás pensaba que con ella eso no pasaría, que el hombre había cambiado y que ya no era el ogro que acompaña su leyenda. Bueno, ogro y hedonista de pro: algunas de sus juergas son muy famosas, como aquella que impidió que fuera a la boda de Felipe y Letizia. Quizás en este aspecto Ernesto se haya calmado un poco a sus 67 años, pero en cuanto a montar pollos es un rey. Y con corona. El escándalo y el pitote que montó en la terraza de un restaurante madrileño con la pareja y una amiga como víctimas de su ira fue monumental. Y penoso. Tan penoso como lo que hizo en el aeropuerto de Madrid el pasado diciembre, insultando la prensa junto a su amante: "¡Vete a la mierda! ¡Que te jodan, hijo de puta!".
Ernesto ahora parece mosqueado porque ha perdido lo que más valoraba de su traslado a España. Y no, no es su relación familiar ni sentimental, sino la que mantiene con la prensa y los fotógrafos. Los detesta, es así de sencillo. Mientras estaba contento y tranquilo pasaba bastante desapercibido y no le molestaban demasiado. Pero a medida que ha ido volviendo a los antiguos hábitos, el seguimiento se ha intensificado. Especialmente interesantes son sus salidas nocturnas, claro, cuando se anima más de la cuenta. Hay paparazzis escondidos por todos lados, esperando el momento ideal y la imagen que dé la vuelta al mundo. Y claro, al final alguien acaba pagando los platos rotos: en este caso un reportero de agencia que quiso obtener declaraciones mientras estaba a punto de subir a un taxi. Mala idea.
A decir verdad el periodista tampoco se marchó con las manos vacías, porque sí consiguió una frase del príncipe. El problema es que las 7 palabras que le dedicó (escupir sería un término más ajustado) no respondían a ninguna de sus preguntas. Cuestiones como "¿cómo se encuentra"? "¿cómo va el proceso judicial con su hijo mayor?" o "sabía que su cuñada Charlene de Mónaco está enferma?". Ernesto, con una cara de furia y una voz que daba miedo le respondía con otra pregunta: "Do you want me to fuck you?". En castellano, "¿quieres que te joda?". Impresentable, gratuito y patético. Este es el vídeo de Europa Press.
Este es Ernesto de Hannover, VIP de los VIPS de la realeza europea. Un gran ejemplo para determinados miembros de la familia real española. Todo el mundo sabe de quién hablamos.