La casa real de Mónaco siempre ha sido un caldo de cultivo para intrigas, escándalos y, por supuesto, el interés desmedido de la prensa del corazón. Cada miembro de la familia Grimaldi tiene su propia historia que contar, y Estefanía de Mónaco no es una excepción, dado que ha llevado una vida extraordinariamente diversa. Desde sus primeros días como modelo y cantante hasta su rol filantrópico y sus aventuras en el mundo del circo, ha demostrado ser una figura de múltiples facetas.

Estefanía de Mónaco
Estefanía de Mónaco

Sin embargo, en los últimos años, hemos tenido escasas oportunidades de verla en eventos públicos, y al reflexionar sobre ello, es imposible pasar por alto las notables transformaciones físicas que ha experimentado. Este cambio de imagen se hizo evidente durante su participación en la gala de su fundación "Fights Aids Monaco", una organización sin fines de lucro dedicada a la lucha contra el VIH/Sida. En dicha ocasión, los fotógrafos captaron su sorprendente transformación facial, que la hace prácticamente irreconocible en comparación con sus días de esplendor.

Un rostro que cuenta una historia

En su juventud, la hermana de Carolina de Mónaco se destacó por su espíritu rebelde y su carácter indomable. Estas cualidades surgieron como respuesta a la muerte de su madre, la princesa Grace Kelly, en un fatídico accidente de coche ocurrido en una de las curvas sinuosas de la escarpada carretera que conecta Cap d' Ail con La Turbie, sobre los acantilados de la Costa Azul. Ahora, cuarenta años más tarde, su rostro es un libro abierto de experiencias, con arrugas y líneas de expresión que cuentan su trágica trayectoria. Las ojeras y bolsas bajo sus ojos atestiguan el cansancio acumulado, y sus facciones, en lugar de reflejar la frescura y el glamour que la definieron en el pasado, ahora parecen llevar un matiz más distante y forzado.

El maquillaje poco favorecedor de Estefanía de Mónaco

Hoy en día, la hija pequeña de Raniero y Grace Kelly ha abrazado un estilo de vida alejado de los focos y en total discreción. Sus looks pasan desapercibidos y son cuidadosamente elegidos para evitar las miradas curiosas del pueblo monegasco. El maquillaje es un territorio raramente explorado por ella, y cuando decide hacerlo, opta por un enfoque modesto, renunciando a los brillos y excesos que en el pasado solían ser su firma.

En cierto modo, parece que Estefanía de Mónaco se ha quedado anclada en una época donde se solía aplicar una generosa cantidad de polvo traslúcido en todo el rostro, el cual ahora se acumula en las arrugas y líneas de expresión. Esto da como resultado una apariencia rígida y carente de naturalidad que, en lugar de rejuvenecerla, parece añadirle años. Su paleta de maquillaje se reduce a un sutil delineado en los ojos y un labial de tono rosa suave, que aporta solo un toque de color sin la parafernalia elaborada que alguna vez la caracterizó.  El tono moreno que una vez fue el sello distintivo de su piel, ahora es un recuerdo del pasado. Las canas también han hecho acto de presencia, aunque en ocasiones elige teñirlas cuando participa en eventos benéficos para recaudar fondos.