Es el escándalo que necesitaba el mundo royal. El heredero de la corona danesa, el príncipe Federico, ha sido pillado en Madrid en compañía femenina. Cena, flamenco y pernocta en el domicilio de la susodicha incluido, todo el lote. La trascendencia de las fotos que publica en exclusiva la revista 'Lecturas' es extremadamente morbosa por varias razones: por su condición royal pata negra, por la identidad de su amiga especial y, sobre todo, porque hablamos de un hombre casado, con hijos y aparentemente fiel, enamorado y toda la pesca. Su mujer es Mary Donaldson, María de Dinamarca, una australiana que se está comiendo con patatas la posible deslealtad con Genoveva Casanova, ex de Cayetano Martínez de Irujo. Un plato muy amargo que le han hecho tragarse durante la visita de los reyes de España.
Felipe y Letizia no se imaginaban que su paso por Copenhague traería tanta cola. Se han convertido en coprotagonistas de un serial de audiencia máxima, pagando los platos rotos matrimoniales allí in situ. La cara de asco de Letizia a Federico ha dado la vuelta al mundo, ha tomado partido por Mary. Entre plebeyas se tienen que ayudar, solo faltaría. El hombre rechaza las acusaciones, Genoveva también. Ahora, la señora ha decidido huir de Madrid para escapar del huracán. El danés, sin embargo, lo tiene peor para evaporarse. Jorobado es poco. Toca apechugar con la que ha montado, que ha sido una gorda.
Poco a poco sabemos más detalles de esta escapada que le puede costar un divorcio y quizás un título de rey al hijo de Margarita, la veteranísima reina escandinava. Sandra Aladro, de la agencia GTRES y colaboradora habitual de los programas de la factoría Ana Rosa en Telecinco, ha explicado algunos notables. “Son un total de 12 horas las que están fotografiadas en la revista. No hay ningún otro acompañante en ningún momento de día, este seguimiento empieza a eso de las siete de la tarde cuando de manera fortuita se los encuentran. Eran las 19:00 horas del pasado 25 de octubre, estaban saliendo del parque El Retiro” y los fotógrafos que los reconocen “no dan crédito a lo que ven”. Oro puro. “De inmediato se meten en casa de Genoveva. El príncipe lleva las manos en los bolsillos, no lleva maleta, se adelanta unos dos pasos sobre Genoveva y entra en el portal”. Un par de horas más tarde vuelven a salir, cambiados de ropa. Suben a un coche de incógnito y van a un restaurante muy famoso. Siempre protegidos, pero no por guardaespaldas, sino por personal de la embajada. Incluso por los trabajadores del local donde cenan tan tranquilos y cómplices. Se marchan con todo cerrado, luces apagadas, nadie (en teoría) en la calle.
El vehículo los llevó nuevamente al domicilio de la mexicana, y ya de madrugada, muy temprano, Federico se va. Se ha cambiado una tercera vez, no como Froilán, y ahora sí, con una maleta. Aquí empieza un recorrido extraño, surrealista, una escena que refleja perfectamente que el viaje apesta a hurtadillas, a secreto íntimo: “Puso en peligro su seguridad porque no iba nadie con él... caminó durante 10 minutos desorientado, estaba solo, se paró en una parada de autobús y al final terminó llamando a un coche diplomático que acudió a los segundos”. Imaginen que le llega a pasar algo grave; hubiera dejado a Juan Carlos y la cacería en Botsuana con Corinna en una anécdota. Aquí hay tomate. Cazado.