Parece que, definitivamente, no hay nadie al volante de la corona danesa. O peor todavía: los nuevos conductores del Rolls Royce no tienen ni la más remota idea de utilizarlo sin estamparlo contra árboles, paredes y señales de tráfico. Federico X y Mary Donaldson son la pareja de reyes menos creíble del panorama internacional, superando incluso al primo Felipe VI y Letizia. Se trata de un matrimonio que se cae a trozos gracias a la infidelidad del danés y a la ambición de la australiana. Con estos cimientos es complicado construir algo con cara y ojos. Ni siquiera el Photoshop arregla el desastre.
Hablamos de esta popular herramienta de retoque fotográfico porque es la señalada como un elemento importante de la última chapuza pública de los monarcas. La pareja ha tenido que cumplir con uno de los trámites de todas las monarquías en ejercicio: una foto oficial que pase a los libros de historia; que decore parlamentos, escuelas o auditorios; que incluso se puedan insertar en llaveros e imanes de nevera para venderla en tiendas de souvenirs kitsch de Copenhague. Hacía falta una estampa sobria, favorecedora, que aguante bien el paso del tiempo. No un espanto estratosférico y grotesco como el que nos ocupa y espeluzna. No eso:
Efectivamente: esta instantánea es cualquier cosa menos natural. De hecho, dudamos mucho de que sea real. Los expertos de la crónica royal internacional lo tienen claro: se han marcado una especie de Kate Middleton, más sutil en los detalles pero de apariencia general más inquietante. No refleja una pareja unida, ilusionada ni comprometida. Denota frialdad, distancia. Rechazo. No se soportan, se detestan. Y saber cómo fue tomada lo confirma: asistieron por separado. En momentos diferentes, sin la compañía conyugal. En el Reino Unido lo ven así, "tensión real, distanciamiento, atrapados en una pelea con Photoshop. Hace semanas que están alejados". Una hipótesis que cuadra, solo hace falta revisar la hemeroteca.
Varios detalles hacen que la sentencia sobre la imagen sea demoledora: las posiciones de los brazos no son concordantes, el tono de piel, incluso el momento del día parecen muy alejados. Uno se acaba de levantar, la otra hace horas que está en marcha, preparada y radiante. La mueca de Mary parece un desafío, no es una sonrisa típica de felicidad. Tampoco la cara de Federico, de esas de 'cordero degollado', invita al romanticismo. Eso sí, de opulencia, mucha: la australiana ha puesto toda la carne en el asador, vaciando al joyero real con una pieza de valor incalculable. Tanto es así que nunca puede salir del país: la tiara Rosenborg, formada por una estructura de oro y plata con 2650 diamantes y 67 esmeraldas. El uso de esta pieza es exclusivo de la reina, y la consorte lo exhibe como gesto de poder. Nadie la tose. Nadie le aguanta un pulso. De momento, los gana todos. Es el terror de Dinamarca.
Queen Mary of Denmark wears the palace's stunning crown jewels for the first time - but not everyone's convinced it's the best look https://t.co/UVry6oesR4 pic.twitter.com/SroAnFFLjC
— Daily Mail Online (@MailOnline) April 26, 2024