Dinamarca tiene nuevos reyes tras completar una telenovela mayestática. El cóctel de líos de cama y abdicaciones es infalible, engancha. Y nos asegura más temporadas de esta historia, porque entre Federico X y Mary Donaldson saltan chispas. La consorte australiana ni olvida ni perdona. Hace el papelón por una corona y un legado para sus hijos, pero si dependiera de ella, ya lo había mandado a hacer puñetas. Las fotos de la revista 'Lecturas' durante su escapada secreta y desleal con Genoveva Casanova, mientras ella estaba en Nueva York trabajando, acabaron de agotar su paciencia. Y todo lo que ha venido después forma parte de su venganza.
Una que puede parecer descafeinada, precisamente por no separarse después de más de un escándalo de faldas. Pero Donaldson es también pragmática, tiene la sartén por el mango y que ahora sea reina con todos los honores es uno de los pagos por parte de la Casa de Glücksburg para recompensarla. Recuerden que Mary tuvo que firmar unas capitulaciones matrimoniales severas por culpa de la afición de los hijos de la reina Margarita a irse con mujeres: primero fue Joaquín, al que detesta, y posteriormente vivió en primera persona las de su marido Federico. Ha tenido que esperar mucho tiempo y tragarse sapos diversos, pero ha llegado a la meta. Al balcón del palacio de Christianborg en Copenhague, donde este domingo han sido coronados ante sus súbditos. Una ocasión solemne, amarga y con una humillación pública a la vista de todo el país... y todo el mundo.
Mary ajustando cuentas: en el momento decisivo, mientras saludan a la población como reyes del país, Federico X intenta besar a su mujer, aparentando normalidad, quizás también suplicando el perdón a ojos de la opinión pública. Aunque Dinamarca es un país con gran devoción monárquica, la imagen del nuevo rey ha perdido brillantez y respeto. Sabe que tiene que escenificar el papel de familia feliz, de normalidad, de ternura, si quiere ganarse simpatías. Por eso hace este gesto ciertamente patético, y por eso recibe el zasca de Mary. Una en forma de 'cobra'. Lo dejó con un palmo de narices. Las redes han recogido el momento, por descontado, como la periodista experta en protocolo Patrycia Centeno.
La misma colaboradora de TV3 ofrece la clave que explica la pronta rectificación y ejecución del beso real: una mirada de la nueva reina al interior del palacio, donde estaban los 4 hijos de la pareja (con el heredero Christian al frente). Ver a sus descendientes allí, impávidos, la ablanda. Y provoca que acceda a completar el papel que le habían asignado los directores de la obra, la de coprotagonista de una postal romántica en la ciudad de la Sirenita. Bien fría, claro, que estamos en Escandinavia. E hiriente: el beso ha dejado marcas y cicatrices a Federico, quien se sabe un marido en libertad condicional, con fianza y nada de confianza. Se la ha cargado completamente. Esto nunca más será un matrimonio; ahora son y serán negocios. Y punto.