A pesar de la que está cayendo a Catalunya, en Zarzuela la vida siempre es de color de rosa. Felipe y Letizia siguen su periplo asiático alejados de la tensión social, política y represiva del estado que (supuestamente) encabezan, repartiendo sonrisas, reverencias, luciendo modelitos, encajando manos y rodeándose de los suyos 'iguales'. Así lo hicieron en el Japón con la entronización del emperador Naruhito y su mujer, Masako. Qué felicidad. Y qué descanso, imaginamos, el de no tener que dar la cara en momentos tan cruciales como los que viven sus 'súbditos'. Los monarcas ya han dejado el país nipón y están en Korea, pero todavía se sigue hablando de la cena de gala a la que asistieron y en la que Letícia llamó la atención con un vestido rosa chicle (ellos lel laman 'capote', cosas de la 'ñ') con rastros de 'Camachos'. Pues bien, ahora sabemos que no sólo fue la reina la que lució este color llamativo: también lo hizo su marido, gracias a un gesto curioso y de cortesía protocolaria.
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Ha estado gracias a un vídeo colgado por la Casa Real Danesa que hemos podido descubrir el toque rosa del rey de España. ¿Unos gemelos? ¿Un alfiler? ¿Una medalla? No, Felipe lució un bolso, una cartera, llaméle cómo quiera, rosa como el rosa más rosa de la paleta de colores. Ahora bien, seguramente esta no era la idea inicial de Borbón, engalanado con un traje oscuro y lleno de condecoraciones y 'quincalla' diversa. No le hacían falta más complementos. Pero añadió uno más: la cartera de su esposa, de la que se hizo cargo con el fin de que Letizia pudiera saludar a los herederos de Japón, Fumihito y Kiko. Ahora bien, en las imágenes el propio Felipe demuestra que quizás Letizia es un poco perezosa, ya que él no tuvo inconveniente en hacer saludos con el bolso de su esposa.
Según una breve pero clarificadora investigación de protocolo, el bolso, cartera o similar nunca en la vida se puede dejar en el suelo. Y allí estaba Felipe 'al quite', para llevarle los complementos a su mujer (que manda y mucho, ya lo sabemos). Por qué Letizia llevaba una cartera en una gala tan solemne y sobre todo, que narices llevaría dentro son enigmas insondables para este humilde cronista. Qué importa, si tenemos al rey atento a las necesidades de su querida. "¡Qué salao, el Preparao!"