La realidad ha superado cualquier expectativa: el Rey Felipe ha hecho un papelón ridículo durante el discurso que ha dirigido a sus súbditos por el coronavirus. Vive en otro mundo, no tenemos ningún tipo de duda: como cuando decía que "en estos momentos sólo se escucha un aplauso emocionante y sentido". Se nota que no tiene muchos vecinos en Palacio, porque el griterío en los balcones del estado ha sido de campeonato. Vaya, que era difícil saber que diantres explicaba. Tampoco nos hemos perdido mucho: ánimos futboleros para luchar contra la pandemia, y muchas, muchas muecas. Sólo faltaba el ra-ra-ra, España ganará. Un telepredicador con corona, que eso sí: del batiburrillo que tiene en casa, ni media palabra.

Ahora bien, el monarca sí que ha acertado en una cosa: "Es momento de aparcar diferencias e ir todos a una". Y tanto. Sobre todo en Twitter, donde lo han masacrado. Los adjetivos podrían llenar seis volúmenes de una enciclopedia. El contraste, ver tuits de personajes adictos a la genuflexión como Toni Cantó y similares. Tampoco hace falta.

Felipe discurso EFE

Amela tiene razón: abdique y que el gobierno convoque un referéndum. Si tanto ama a España, no la puede arrastrar más por el fango.