Dos reyes en la UE son como dos osos panda: una rareza. En la Europa comunitaria quedan pocos jefes de Estado no democráticos, es decir, heredados y no votados. Por eso, cuando se encuentran se alegran tanto. Este jueves Felipe ha volado a Holanda para la inauguración de una expo en Amsterdam sobre Velázquez y Rembrandt. Y el encuentro ha sido un punto vergonzante. El rey decide saludarse con Guillermo de Holanda como si fueran jugadores de básket: abrazo, give-me five y un apretón de manos de manos nada protocolario. Como quinquis en el barrio:
La posición de las manos, no dadas sino encajadas, y un abrazo. La prensa cortesana se hartó de criticar a la nadadora Ona Carbonell cuando saludó con dos besos al rey. Los medios plebeyos la criticaban, quizás por catalana. Ahora todo parece compañerismo entre monarcas. Como dos solterones que han dejado fuera a Letizia y a Màxima de Holanda. Y máxima aquí, era la vergüenza ajena.
Los digitales plebeyos lo ven con naturalidad royal: "El anfitrión ha dado una cálida bienvenida a su invitado, demostrando que entre ellos existe un vínculo muy especial" (Vanitatis). Si fuera Pedro Sánchez encajando así a Boris Johnson lo zurrarían en los mismos digitales. Pero con Felipe, ni mu.
La exposición parece una maravilla. El protocolo real una birria. Si las monarquías son formas, se las han pasado por la corona. Algunos dirán que ha sido un encuentro "informal". En Blau lo ve macarra.