Érase una vez que Felipe de Borbón era el príncipe más deseado de las monarquías internacionales. Guapo, alto, deportista, rico, preparao, simpático. No había adjetivo elogioso que se le escapara. El masaje era tal que, evidentemente, también se le consideraba como el yerno perfecto o el novio soñado para jóvenes y no tan jóvenes tan monárquicas como soñadoras. Sí, pobres inocentes que creían que el heredero al trono podría casarse con una plebeya. Todas las que lo intentaron chocaron con el muro pleistocénico de la institución y de la propia Familia Real, que son muy de rechazar intrusos. Pero llegó Letizia Ortiz, la presentadora, la divorciada, la presuntamente republicana, y cambió la historia. Toda ella. La de la Corona, pero también la de Felipe, el mito.

La actual reina es un factor determinante en la implosión de su familia política. Juan Carlos detectó la amenaza muy rápido: esta mujer no es la nuera ideal, más bien es la enemiga temida. Letizia, mientras tanto, convenció a su marido de una obviedad: Juancar era tóxico. No entraremos en detalles de cómo ha ido la historia, pero el resumen es contundente: el exmonarca se tuvo que marchar del país acorralado por todo tipo de escándalos. Letizia wins, se lo ha quitado de encima. De vez en cuando vuelve a sentir su presencia molesta, pero pasa rápido. Lo que no pasa, ni mucho menos, es el enfado y la furia del patriarca Borbón. Ahora bien, Juan Carlos no se quiere ensuciar las manos bajando en el barro, prefiere enviar a sus incondicionales. Su líder es un cronista real veteranísimo y sin pelos en la lengua, Jaime Peñafiel. Un experto en humillar a los reyes de España.

Juan Carlos y Letizia / EFE

Jaime Peñafiel es el escudero de Juan Carlos, no perdona a Felipe ni a Letizia

Peñafiel tiene 90 años pero no pierde las ganas de marcha. No perdona a Felipe VI para echar a su colega Juan Carlos, por obstaculizar su retorno y por dejarse manipular por una advenediza. El principal ataque, el más recurrente, es el de mal hijo. Le recuerda a menudo que se arrepentirá de haber maltratado a su padre, al rey, al ídolo. Este ramalazo tiene un efecto Guadiana notable, aparece y desaparece según el devenir de los acontecimientos. Y la visita de Juan Carlos a Sanxenxo y Vitoria-Gasteiz y la coronación de Carlos III han sido dos nuevas afrentas para su defendido. Estava calentito, y ha soltado lastre con una ofensiva estilística, de aspecto. Aprovecha también la recepción real al presidente de Colombia, Gustavo Petro, una cita que como la londinense requería ir bien engalanados, claro, que no disfrazados. Precisamente lo que deja caer Peñafiel, con especial énfasis en Felipe. Aquel tipo guapo y atractivo es ahora una chapuza con patas. Un desastre. Culpa de Letizia, seguro.

Felipe y Letizia en la coronación de Carlos III / GTRES
Felipe, Letizia, el presidente de Colombia Gustavo Petro y la primera dama / GTRES

El vestuario del rey, ridiculizado por el veterano cronista: "Cateto"

Atención al repaso de Jaime en 'LOC', que acaba con una frase demoledora: "Convéncete, eres un cateto". ¿Cómo ha llegado hasta aquí? A bofetada limpiaSigue sin saber llevar el frac, como se vio en la cena de gala en honor del presidente colombiano. El chaleco de blanco piqué no debe aparecer por debajo de la negra levita. Aunque nada que ver con el cantinflesco aspecto durante la cena de gala en honor del presidente Martín Vizcarra de Perú. En esta, sin la longitud de la anterior ocasión siguió llevando el chaleco excesivamente largo. Y cometió el gran error del corte de pantalón elegido, ajustado, tipo pitillo, del todo desaconsejado para un frac. Alguien debería aconsejarle a este hombre, no sabe estar. No hace falta decir nada más. Pim-pam-pum.

Jaime Peñafiel / GTRES

Felipe, el Cateto. Un nuevo título para la colección.