Los reyes Felipe y Letizia, tan ajetreados ellos, una de las cosas que más hacen durante todo el año, con la excusa que tienen que hacer ver que hacen algo, es presidir comidas oficiales. Vaya, que se ponen las botas en palacio con la gran cantidad de festines oficiales que se auto-regalan a costa de los impuestos de todos nosotros. Comidas y cenas pantagruélicas en Zarzuela, con tropecientos invitados y un menú que no tiene nada que ver con una ensalada y un bistec en cualquier bar de currantes. Platillos y más platillos, bebida y más bebida, delicatessen tras delicatessen, con chefs de primer nivel pensando la carta que satisfará a los monarcas españoles y sus invitados. De ejemplos a lo largo del año los encontramos a espuertas. Los comedores reales se llenan a menudo con la cubertería de las mejores ocasiones y muy calculado al más mínimo detalle.
Los Borbones se pasan el día haciendo brindis, luciendo las mejores galas y poniéndose de punta en blanco preparados para ponerse hasta arriba de langostinos, jamoncito, foie, trufa y champagne. Cualquier excusa es buena es una de las máximas que tienen en palacio. Y cuando eso pasa, hay unas normas de protocolo que hay que seguir a rajatabla y que ahora, algunos trabajadores de la casa, han destapado. Tal como acaba de escribir la revista Semana, "la mesa imperial de las cenas de gala en el Palacio de la Zarzuela se cuida al máximo, y varios pasos se cuidan a rajatabla para no dejar nada abandonado a su suerte".
La mencionada publicación se hace eco de los detalles que se cuidan al máximo en Zarzuela cuando hay un acontecimiento de estas características, por ejemplo, flores a tutiplén: "desde los arreglos florales a que el 'kilométrico' mantel carezca de arrugas". Mucha gente trabajando para que no haya un solo error ante las llegadas de centenares de invitados dispuestos a ponerse las botas y ser tratados, nunca mejor dicho, a cuerpo de rey. "Exhaustivo montaje que requieren estos actos oficiales y riguroso protocolo que se sigue en el comedor de gala de Zarzuela". Camareros, equipo de cocina, encargados de la decoración... todo el mundo pendiente de que no haya nada fuera de lugar, incluso, las cosas más alucinantes: "Que los centímetros que separan a los invitados sean los debidos, al igual que de las copas o los cubiertos. Un plan muy llamativo que hasta hace muy poco era secreto, a la par que desconocido".
El Gran Salón de Zarzuela, con todo lujo de detalles, quince lámparas de araña en los techos, mesa de 35 metros y uno de los que se encarga, explicando que "la mesa está formada por varios tablones que se montan en función del número de invitados. Ya sobre la mesa, los manteles que previamente se habían planchado se rematan sobre la superficie para que estén perfectos y no se noten las líneas". Y después, se disponen hasta ocho candelabros con diez velas cada uno que se encienden cuando la cena empieza, "no antes". Pero lo que llama más la atención, y provoca vergüenza ajena, es lo que hacen hacer a los trabajadores siempre que se acaba una comida como esta. Teniendo en cuenta que utilizan cubiertos exclusivísimos, de lujo, dicen que pertenecieron al reinado de Alfonso XII, en Zarzuela hacen una cosa penosa, y más, tratándose de invitados ilustres: "Muchas piezas que una vez que la cena llega a su fin son inventariadas para que no falte ninguna de ellas. De este modo, siguen de cerca qué falta y qué no, eso sí, ya avanzan que nunca se han llevado un disgusto"... Hay que ser cutre. Haciendo inventario por si las moscas y por si algún embajador o algún príncipe se lleve a casa un tenedor o una cuchara escondido en la entrepierna... Los Borbones, que no quieren perder su estatus, su vida de lujo... y sus cubiertos.