¡Olé, olé y olé! ¡Por fin tenemos una monarquía con la que marcar paquete en Europa! Nunca más pasaremos vergüenza con Kate y Guillermo, con la reina Máxima, con todas y cada una de las Casas Reales que golean a la española sin piedad. ¡Es-pa-ña! ¡Es-pa-ña! Qué fuerte, qué bien. Felipe y Letizia se han sacudido la naftalina de encima y hacen cosas como la gente normal. ¡Qué fotos y vídeos tan bonitos les han quedado! Próximos, espontáneos, terrenales. Ayer en Cádiz tocaron el cajón flamenco, pichas, en el marco de la visita oficial al Congreso de la Lengua Española. Bueno, para ser justos, solo lo hizo el rey; a la reina el vestido le impedía demostrar su arte y salero. Ay, amigos y amigas, para lucir hay que sufrir. Se limitó a aplaudir y a enseñar los dientes, como la Pantoja, haciendo las delicias de la parroquia monárquica allí presente.
Después de tanta exaltación y euforia, sin embargo, toca poner un poco de calma y analizar con profundidad el espectáculo. Cuando menos intentar ir un poco más lejos de lo que es obvio, el numerito artístico y preparadísimo de la Corona en la Tacita de Plata. Una ciudad en la que hace bien poco el clamor y la burla hacia la institución era despampanante. El epicentro, el Teatro Falla, sede del carnaval y escenario de murgas y chirigotas demoledoras contra los Borbones. Un lugar que el matrimonio real pisó poco después de la jam session para asistir a un concierto, al que llegaban con semblante tranquilo, sereno, despreocupado. El cajón tuvo efectos terapéuticos, porque consiguió que rebajaran la tensión entre ellos. Las cosas íntimas en Zarzuela no pasan por su mejor momento, teniendo en cuenta lo que ha pasado con el trágala de la formación militar de la princesa Leonor.
Mal rollo entre Felipe y Letizia en Cádiz, su entorno detecta cosas raras
Tensión y malestar, sí. Frialdad, distancia, relación tirante. Esto es lo que predominó entre Felipe VI y Letizia durante las horas previas a la puesta en escena como músicos callejeros. Una actitud que no pasó desapercibida para el entorno de los monarcas, según asegura El Confidencial Digital. Mientras que la pareja se comportaba con extrema simpatía con los fieles reunidos para alabar a sus ídolos, entre ellos el clima era otro. "Estaban muy distantes, había tensión y caras serias". Incluso añaden que, una vez en el Teatro, el rey tuvo que frenar y cortar en seco los numerosos parones de la consorte, que charlaba por los codos con todo aquel de que le dirigiera la palabra.
Letizia más sensible que nunca, esto le exigió a un escolta
La simpatía de la reina con sus súbditos no era equivalente a la que dedicaba ni a su marido ni a sus escoltas. A uno de ellos le pegó un toque de atención para solucionar un problema que le fastidiaba cada vez más: una corriente de aire. Exigió "que cerrara una de las puertas de acceso y así evitar que la ráfaga de aire le molestara más de lo debido". Parece que la reina está sensible, incluso una sencilla brisa puede provocar una tormenta. Algo se está cocinando e incluso sus íntimos se dan cuenta de ello. Seguro que el tema sale en las comilonas thai del Borbón con los amigotes.
Se oyen tambores desde Cádiz, y no son los cajones.