Inglaterra vive una etapa convulsa con respecto a su monarquía. La muerte de la eterna Isabel II ha causado mucho daño en una Familia Real de naturaleza conflictiva y abonada a los problemas de todo tipo. El sucesor del trono, Carlos III, ha visto cómo su arranque como rey ha quedado tocado por un anuncio inquietante: sufre cáncer a sus 75 años. Sus problemas de próstata, motivo de su intervención quirúrgica hace pocas semanas, parecían relacionados con el tipo de enfermedad, pero no es eso. En todo caso, Windsor no ofrece ningún detalle sobre el diagnóstico; solo se centran en el tratamiento y la recuperación del monarca.
Carlos está de baja, y su papel institucional recae sobre la consorte, la reina Camila. Mientras tanto, el príncipe Guillermo empieza a hacerse la idea seriamente de un posible traspaso de la corona, el segundo en poco tiempo en Reino Unido. La tensión se ve reflejada en su rostro, con el añadido de tener también a una mujer enferma, Kate Middleton, otro misterio que no pinta demasiado bien. Este próximo martes podremos volver a ver las caras de Camila y Guillermo en público, y podremos evaluar la situación. Sera en la misa que Carlos III había organizado en el castillo en honor de Constanino II, exrey de Grecia y hermano de la reina Sofía, fallecido hace un año. Será un cónclave royal internacional.
La ocasión propiciará la presencia de una importante representación de la realeza española. Básicamente, las cuatro grandes figuras históricas: Felipe y Letizia, Juan Carlos y Sofía. Falta Leonor, sí, pero a la recluta se la reserva para grandes ocasiones, aunque no tiene suerte con sus homólogos británicos: todavía no se ha podido presentar en sociedad, ni de gala. Los reyes y los eméritos vuelven a verse las caras. Y eso no siempre es un plato de buen gusto. La última vez fue, precisamente, en un restaurante con toda la tropa y el escándalo Jaime del Burgo empezando a quemarlo todo. Antes, las reuniones eran mucho más infrecuentes. En Atenas, en el funeral, se sentaron separados. Y Felipe tuvo que esperar hasta llegar al cementerio para acercarse a su padre y darle un beso. Pensaba que nadie los retrataría, pero no fue así.
Sí que quedaron colocados en la misma bancada en Westminster, durante las exequias de Isabel II. La imagen fue impactante, eran los días más tensos de la relación entre padre e hijo. La ubicación era orden directa de Carlos III y de Buckingham Palace: su servicio de protocolo, rígido e inflexible, determinó que la Casa Real española quedara representada de esta manera tan polémica e incómoda. Letizia no olvidará aquel día, ni el comportamiento de su detestado suegro. Pues bien: este martes se repetirá la escena, muy probablemente, si es que se cumplen las previsiones y Juan Carlos sale de Abu Dabi para homenajear a su cuñado. En caso de ser así, lo harán nuevamente por exigencias de los Windsor. Reunidos a la fuerza.