Al enemigo, ni agua. Esta máxima sirve para el más común de los mortales y, evidentemente, para la Corona española. En este caso, de hecho, tienen mucho trabajo, porque cada día la lista de sus detractores aumenta. La afición monárquica cada día es más escuálida, vete a saber el porqué... Quizás las conductas inmorales de Juan Carlos tienen algo que ver. O las peripecias de Elena y sus hijos Froilán y Victoria Federica. O incluso los numeritos de Felipe, apoyando la represión en Catalunya, yendo a matanzas de toros... Tampoco se salva Letizia, que es de aquellas de una de cal y otra de arena. Pero los actuales reyes no sólo reciben por el flanco antimonárquico, ni mucho menos. También hay fuego supuestamente amigo: es decir, de quien defiende su régimen, pero no sus figuras. Todo a causa del tratamiento que han dispensado al escandaloso padre huido: Felipe es un hijo pésimo por mantener a Juan Carlos lejos de España, y Letizia una vulgar divorciada y nieta de taxista que ha cavado la tumba del supuesto "padre de la democracia". Seguro que la cancioncita les suena: hablamos de Jaime Peñafiel, el veterano cronista real y encarnizado defensor de su ídolo, de su amigo, de su venerado Juancar.
Peñafiel abandera la defensa del honor del emérito y lo hace con convicción absoluta. Sufrió una crisis en su pasión durante la etapa más dura de las revelaciones infames que se han convertido en el pan nuestro de cada día del residente en los Emiratos Árabes, pero se le pasó rápido. Se siente demasiado próximo a su figura como para dejarlo tirado mientras los "buitres" sobrevuelan su cabeza. Y además, a tozudez no le gana nadie. Menos todavía a sus 90 años: irá con él de la mano hasta las últimas consecuencias. Para continuar la batalla cuenta con armas poderosas: la información. Siempre ha sido su fuerte, sobre todo las que nadie más que él puede explicar porque son fuentes exclusivas, directísimas y del más alto nivel. Ya nos entendemos. La última muestra es el relato que ha podido hacer de la famosa reunión entre hijo y padre en Zarzuela hace unas semanas, aprovechando la escapada de fin de semana del Borbón sénior y el posterior show entre Galicia y Madrid. 4 horas de gritos, de reproches, de mal rollo real, y que según la versión que explica Jaime es una nueva muestra de la mezquindad del actual depositario de la Corona.
A pesar de la profunda animadversión entre el escritor y el matrimonio real, sus textos ácidos y destructivos se leen atenta y regularmente en Zarzuela. Unas lecturas que hacen subir los colores y la mala leche a sus víctimas, que se sienten incomprendidos y maltratados. Ellos, que sólo tienen una misión casi divina, la de salvar la monarquía del desbarajuste juancarlista... Será que, como decía también Jaime hace tiempo, en España no hay monárquicos, sino seguidores de Juan Carlos o de Felipe. La institución es lo que menos importa, vaya, es más una cuestión de culto a la personalidad. Los ataques no provocan ningún tipo de reflexión en Felipe y mucho menos todavía en Letizia, pero sí alimentan su ánimo de venganza. Y se la han cobrado a través de una humillación pública y notoria, justamente en la fiesta de cumpleaños de Peñafiel en un lujoso rincón de Madrid y a la que asistió Pilar Eyre. La otra gran institución en información monárquica. Eyre adora a Jaime, lo conoce muy bien, aunque sus posturas estén totalmente enfrentadas. O dicho con más exactitud: Pilar es la pesadilla de Juan Carlos. Un tema sin importancia, porque Eyre es una señora educada, honesta, afectuosa y espléndida. Y cuando algo le parece mal, lo dice. Y punto. Pese a quien pese.
Pilar escribe en 'Lecturas' una columna muy interesante en la que ofrece el contenido de sus conversaciones con Jaime durante la fiesta de aniversario. El tema central es la mencionada reunión en el interior de palacio, el cara a cara por primera vez en 2 años. Revelaciones de impacto como "los gritos de Juan Carlos se oyeron en palacio" o que "Felipe empezó diciéndole a su padre: 'No te voy a hablar como hijo, sino como jefe de Estado'. Don Juan Carlos cogió un real cabreo. ¡A mí un hijo mío me dice eso y le doy una patada en el culo que lo envío ala Conchinchina!". Peñafiel en esencia. "Felipe y Letizia son unos miserables. ¡No dejarlo volver a su país, a su hogar!, ¡si más discreto no puedo estar cuando vino de viaje! ¿Qué culpa tiene él de que los periodistas fueran o de que la gente lo aplaudiese?". Ahora bien, lo que realmente llama la atención es lo que NO pasó en la celebración, en la que había 100 personas aplaudiendo al periodista nonagenario y cantándole el "cumpleaños feliz". El grito coral que se oía es la madre del cordero: "Todos queremos a Jaime". Eyre explica que "todos, todos, no... Me cuentan que se intentó que Casa Real enviara un mensaje de felicitación, algo que la Zarzuela suele hacer con facilidad. Pero se negaron en redondo. Un antiguo jefe de Jaime suspiraba entre risas: "¡Cómo van a felicitarlo! No sabes la cantidad de veces que intentaron presionarme para que prescindiera de su colaboración y siempre nos negamos". El gesto es un signo inequívoco de lo que hablábamos: revancha.
Felipe y Letizia ajustando cuentas. ¿Recuerdan aquella canción de "los amigos de mis amigos son mis amigos"? Pues todo lo contrario pasa con Jaime Peñafiel y la Casa Real.