La familia es uno de los grandes tesoros de la vida, a la vez que una fuente inagotable de dolores de cabeza. En el caso de los Borbones, como en su caso escriben Familia Real, con mayestáticas mayúsculas bien llamativas, pues los dolores de cabeza también son Dolores de Cabeza. De dimensiones regias, colosales. Felipe no es el rey 'Preparao', en realidad es 'El Angustiao'. Sufridor por naturaleza, por eso se come las uñas: la herencia de su corona es para volverse tarumba. De una parte de este legado, como por ejemplo de que su trono sea voluntad del Caudillo, pues como que siempre han mirado hacia otro lado. Pero en cuanto a cuestiones más recientes y más mundanas no había donde esconderse. O se actuaba o se actuaba, pero la situación era insostenible. Por alguo había llegado él a ser rey en 2014: para sacarse de encima a un garbanzo pocho. Su padre Juan Carlos, a partir de entonces emérito.
La leyenda explica que fue Felipe VI, en colaboración con Moncloa, el impulsor de aquella carta escrita por el patriarca Borbón en la que comunicaba, en 2020, que se largaba. "Se va del país para evitar que las noticias sobre su fortuna en el extranjero dañen a la institución", era el pretexto de su llegada a Abu Dabi. Con 82 años salía por piernas del que había sido su reino, y desde entonces han cambiado algunas cosas: el ruido a su alrededor es el mismo, pero judicial y tributariamente le han hecho un trabajo de limpieza insólito pero efectivo. Un proceso en el que a veces se ha venido arriba. Demasiado arriba. De ser discreto en su victoria, nada. Si incluso ha decidido dejar de tributar en España y evitar así que le impidan disfrutar de sus ahorros conseguidos con tanto esfuerzo, sudor y generosidad ajena. Ah, sí, y amnesia a la hora de hacer la declaración, pero como era inviolable, pues al final se te olvida todo. No es culpa suya, había un sistema que se lo permitía.
Hace casi un año del baño de masas impúdico de Juan Carlos en Sanxenxo
Fue a finales de mayo de 2022 cuando Juan Carlos rompió su exilio o huida desafiando a la institución monárquica, que seguía sin querer verlo ni en pintura, como el mismo Gobierno. Cogió un jet privado y se plantó en Sanxenxo, su Disneyland náutico particular, y dónde tiene a sus amigotes de siempre. Aquel fin de semana largo que empezaba con las imágenes del aeropuerto de Vigo junto a la infanta Elena, Pedro Campos y su rubia y borbónica esposa se convirtió en un baño de masas. Uno exagerado y de aroma impúdico, o al menos así lo percibieron Felipe y Letizia. La traca final de la excursión era una comida familiar en Zarzuela que se convirtió en un maratón de 11 horas, con Sofía enferma de covid, los sobrinos tarambanas por la casa y el hijo rey leyéndole la cartilla al emérito por pasarse de la raya con su exhibicionismo. Se marchó a los Emiratos calentito, pero eso sí: con el avión cargado de marisco para suyos anfitriones árabe.
Felipe claudica con su padre pero le impone una condición que le hará daño
De aquella experiencia la Casa Real salió escaldada, y le denegaron volver por una temporada que se ha alargado casi un año. Mucho tiempo teniendo en cuenta que Juan Carlos, a pesar de ser ya ciudadano de los Emiratos a todos los efectos, tiene la intención de venir a menudo a España. Parece que después de verse y besarse en Atenas en el funeral de Constantino II, y de hacer de baby sitter de su nieto Froilán algo se ha cambiado y el discurso también. Ahora aquello del "no ha sido condenado" toma más fuerza, y Felipe ha claudicado. Confidencial Digital explica que le levanta el veto y puede venir de visita. Con unas condiciones inflexibles como la prudencia, la discreción y bajar los humos, aparte de una prohibición geográfica que le hará daño: no puede volver a Sanxenxo. El paraíso, prohibido. Volverá, pero con las reglas de Zarzuela. Empate.
Esta es una partida de ajedrez que nunca se acaba. Veremos si el rey contraataca y demuestra por qué no se fían de él.