El inicio de 2024 está siendo especialmente complicado en Zarzuela. A pesar de esforzarse por aparentar mundos idílicos, fantasías y remansos de paz, el ambiente es crispado y en continua escalada. Jaime del Burgo ha hecho diana, y sus revelaciones, ataques e indiscreciones salvajes están haciendo temblar los cimientos del matrimonio entre Felipe VI y Letizia. Algunas grietas evidentes, como la foto de la vergüenza con la familia política que la reina detestaba, detesta y detestará siempre. Otras, más soterradas, ocultas y escondidas, como la posibilidad del divorcio. Voces expertas y reputadas como la de la periodista Pilar Eyre lo ponen sobre la mesa sin ningún rubor. Esto es insostenible. Y petará. Solo queda saber cuándo y cómo.
Estaríamos, por lo tanto, en una especie de limbo, un interludio, el tránsito hacia a una medida drástica como la de separarse. C'est fini. Una decisión, sin embargo, que no se tomará a la ligera, más conociendo los tempos de las rupturas entre los miembros de su clan. Elena se columpió bastante, Cristina hace 2 años que retrasa la firma, sus padres ni siquiera han dado el paso por pereza y intereses... No serían ningún ejemplo de celeridad, no. Hay un motivo de peso añadido: la corona. Descontrolarse ahora pondría en riesgo el futuro de Leonor, hace falta un poco de paciencia. Los ataques y desafíos llegan de todas partes, cosa que requiere un esfuerzo extra que no es fácil. El riesgo de reventar siempre está ahí. Y para evitarlo, cada uno se busca las castañas como puede.
Es el caso de un Felipe que se está refugiando en el trabajo como medida para no chocar con su mujer. Incluso no coincidir más allá de lo imprescindible. Alejarse para mantener la paz, con la excusa que, tiene su gracia, lo ha convertido en un rey campeón del mundo en una categoría: la de currante. Felipe VI, el rey que más días al año trabaja de todos. Medalla de oro por segunda vez. Vaaya crack. Muchas de estas citas de su agenda oficial son en solitario, como el inminente viaje a Guatemala para asistir a la proclamación de un nuevo presidente, Bernardo Arévalo. La reina se queda en Madrid porque no es una visita de estado. Como tampoco lo será una cita de la que acabamos de enterarnos y que refleja perfectamente el ansia del Borbón por llenar el calendario de compromisos. Estar muy ajetreado, a tope, no tener tiempo para pensar en su mujer... ni tan solo verla. Que corra el aire.
Felipe está de oferta: acaba de aceptar el cargo de presidente del comité de honor (por lo tanto, figurar sin aportar demasiado), del XII Congreso Mundial del Jamón que tendrá lugar en la localidad de Zafra, en Badajoz, el próximo mes de junio. Diferentes asociaciones nacionales cárnicas y porcinas organizan este evento, y el monarca ha dicho sí a su ofrecimiento. No nos extraña: lejos de Madrid y poniéndose las botas con todo aquello que Letizia ha tenido cerrado bajo siete llaves en la despensa de casa. Ideal. No sabemos si llegará a la cita como casado, separado o divorciado; lo que podemos asegurar es que el Borbón recordará anécdotas vividas con la asturiana relacionadas con este producto: aquella visita a Las Palmas y su papelón mientras aceptaba una tapa de jamón, con Letizia más mandona que nunca obligándolo a "ser natural" en la barra de un bar. Aquella reina es historia. Quizás la historia entre ellos, también.