La Corona, siempre con el pueblo. Este es uno de los mantras habituales de los fans monárquicos, aquellos que tratan de justificar la existencia de reyes, reinas y similares en pleno siglo XXI. Esfuerzos que, por otra parte, hacen rutinariamente. Sin entusiasmo, ni prestancia, ni ejemplaridad; más bien lo hacen de mala gana y obligados por la presión social. Eso, claro, cuando se ponen, porque la mayoría a veces pasan olímpicamente de todo, y se dedican exclusivamente a sus cositas. Por ejemplo, a mantener vivos los lazos con el estamento militar, los sirvientes más fieles de Felipe VI. Como han hecho esta mañana en una jornada como la del 8-M, el Día de la Mujer. El rey ha recibido a un numeroso grupos de suboficiales mayores, coroneles y capitanes en el Palacio Real. Hombres y más hombres, una foto 100% machirula.
De la fotografía de familia de esta mañana, en la que contamos hasta 26 personas, 0 mujeres. No quiere decir que no haya habido presencia femenina en el encuentro, no, pero la han dejado fuera de la imagen conmemorativa. Ideal, afortunadísimo, sensibilidad y compromiso al 100%. La cúpula militar es un club de machos, las mujeres son decorativas. Y por lo visto, no casan con la decoración y el estilo de las dependencias reales, ancladas en un pasado feo, rancio y hortera. Horterísima. Tanto que incluso Felipe VI no puede esconder su cara de sorpresa e incomodidad, la que llevaba esta mañana al entrar a la sala donde se ha llevado a cabo la recepción que nos ocupa.
Felipe VI tiene problemas de luces, muy visibles este 8-M
Las estancias del céntrico Palacio Real rezuman un ambiente recargado, denso y pesado. La sobredosis de motivos dorados provoca el efecto contrario: iluminan menos que una cerilla. Más bien oscurecen todo lo que les rodea. Por eso tienen que colocar iluminación suplementaria: halógenos de potencia descomunal y apariencia industrial para conseguir que los fotógrafos puedan realizar su trabajo en condiciones mínimas. Pero como la Casa Real no cuida para nada los detalles, ni siquiera las ubican estratégicamente para evitar que formen parte del paisaje de las instantáneas. Quedan fatal, proyectan una imagen cutre y dejada que es indigna de la supuesta magnitud de la institución. Pero esto no es lo peor del caso, ni mucho menos. En cuestiones de luces, Zarzuela tiene los plomos fundidos. No aciertan ni de casualidad.
La espantosa lámpara del Palacio Real que parece una atracción de feria muy hortera
Mira que a lo largo de nuestra vida hemos visto diferentes salas de las propiedades royals, pero nunca nos habíamos fijado en la lámpara de techo que cuelga en la habitación en la que el rey ha recibido a los mandos del ejército. Tan enorme como espantosa, y colorista sin sentido alguno: hay atracciones de feria más discretas cromáticamente que este esperpento lumínico. Bueno, lumínico. Poca luz si tienen que requerir de refuerzos extra, como es el caso. El ejemplar no solo no hace brillar las caras de aquellos a los que baña con sus rayos, es que además destrozan las postales de los actos de la Casa Real. De acuerdo, seguro que la lámpara tiene mucha historia. Ya estamos esperando recibir más de un comentario sobre la importancia y belleza del ingenio, pero no cuela. Es un pongo, y punto. Que empiece el debate, pero como del barco del Chanquete, en este tema tampoco nos moverán.
La lámpara, como la monarquía: mucha pompa y petulancia, pero no sirve de nada y cuesta un horror limpiarla y mantenerla.