Al rey Felipe se le acaba de volver a ver el plumero. Aunque el preparao haga ver que se interesa por los lugares donde va a hacer el paripé, la verdad es que su estómago no parece estar preparao para ingerir según qué. El monarca escoge muy bien qué se pone en la boca y ahora se le han visto las preferencias, a juzgar por lo que explica Vanitatis. Una imagen explícita, o una no imagen, podríamos decir, que el Borbón ha querido disimular, pero que algunos, como el mencionado medio, se han fijado. Felipe ha estado visitando a su hija Leonor en la academia militar donde la heredera se encuentra como pez en el agua.
Prácticas en San Gregorio, Zaragoza, de la Cadete Borbón, como allí la conocen, y de sus compis. Y Felipe yendo a ver cómo le va a la joven, que está encantada de la vida. Fue antes de ir a esquiar con los amigotes a Formigal. Así mataba dos pájaros de un tiro. Probablemente él hubiera querido ir directo a las pistas, pero se detuvo antes a inspeccionar al personal y a comer el rancho con la tropa. Sentado al lado de su hija en el comedor, a la hora de comer, la princesa y el resto de compañeros comían. ¿Qué menú? Paella, una pera y un trozo de pan.
Mucho jijijaja, mucho compartir comida con Leonor y el resto de cadetes, pero Felipe que no tuvo el tacto de comer con ellos, que es lo que hubieran agradecido. Quizás no es suficientemente atractivo lo que tenían en la bandeja metálica, quizás estaba lleno, el caso es que no hizo el gesto de comer con los cadetes. "Parece muy locuaz, muy hablador, está cómodo. Aunque hay que reconocer que hubiese sido un punto extra si le hubiésemos visto comiendo lo mismo que Leonor y sus compañeros", indican con razón en Vanitatis. Un gesto feo, clasista, despectivo. Es que ni siquiera hizo el esfuerzo de comerse la pera que tenía en frente. En cambio, vaya, vayita, cuando después fue a esquiar con sus amigos, se puso las botas en un restaurante. Un chuletón, el que se zampó entre pecho y espalda, en el asador Casa Martón en Sallent de Gállego. Una imagen que contrasta con otra. Porque así como en la academia nadie lo vio dando ni que fuera un mordisco, en el asador lo vieron chuparse los dedos.
Y no se quedó aquí la cosa, ya que el citado restaurante tiene una amplia oferta de entrantes, que es lo que comieron Felipe y compañía para acompañar la carnaca. Atención a la lista de posibilidades, porque hace salivar: bloc de pato y su acuarela de contrastes, cecina de vaca, virutas de queso del Valle d'Ossau, tártaro de trucha del Cinca con gelatina de gin-tonic, sardina fumada con ajo blanco y aceite Shio y sobrasada de buey.... Paella de rancho pasada, no. Chuletón y entrantes de traca, sí... Llámale tonto.