Felipe VI ya está en España tras pasar el fin de semana en la República Dominicana, donde ha asistido a la Cumbre Iberoamericana. Un viaje que le ha servido para hacer nuevos amigos, como el operario del aeropuerto que le robó el protagonismo cuando no había puesto ni un pie en el país caribeño. El hombre, su chaleco fluorescente y su don sensacional para estropearle la foto a la Casa Real española se han quedado en Santo Domingo, de momento no ha entrado en la cuchipandi royal. Tendrá que esperar nuevas oportunidades para integrarse en la cuadrilla del Borbón y disfrutar de sus planes de esparcimiento. Que no pierda la esperanza, le enviamos un fuerte abrazo.
La Cumbre en cuestión ha hecho que el monarca vuelva con ánimos renovados con respecto a la reivindicación de la españolidad por todo el mundo. Isabel Díaz Ayuso estará exultante, se estará pensando ofrecerle la dirección de la Oficina del Español, la que quería convertir Madrid en el epicentro del castellano en el globo terráqueo. Peor que sus antecesores no lo haría, la verdad: especialmente en el caso de Toni Cantó, que más que de epicentros es más de crear zonas cero, es Atila. El caso es que Felipe, acompañando por Letizia, han pasado hoy por Cádiz para inaugurar el IX Congreso de la Lengua Española, que este año lleva como lema "Lengua española, mestizaje e interculturalidad". En este marco ha pronunciado estas palabras: "El siglo XXI debe ser el siglo del español". Claro que sí, hombre.
Los gustos culinarios de Felipe no son españoles pata negra
El rey expresaba este deseo tan patriota ante una audiencia absolutamente rendida, sí, pero la militancia españolista no puede ser flor de un día, hay que insistir con tozudez día tras día, incansable. No se puede permitir licencias, distracciones ni errores. El buen español lleva la piel de toro las 24 horas del día, 7 días a la semana, 365 días al año. Es una amante insaciable, un trabajo a jornada completa. Felipe, sin embargo, ha pecado. Nos sabe mal, pero es así. No siempre es el español número 1, a veces se deja seducir por cantos de sirena extranjero, por exotismos lejanos, por atractivos en las antípodas de la nación que representa. Nos referimos a sus gustos culinarios: entre que su mujer es una obsesiva de la comida sana y que en casa no han visto un cocido madrileño o unos callos ni en la Wikipedia, y que de joven se hinchaba a comer kebabs con su padre Juan Carlos, la dieta mediterránea y española le pilla lejos. Y ha sido cazado en plena infidelidad a los fogones rojigualdos.
La comilona del rey en un restaurante exótico con sus colegas, no se marchaban ni con agua caliente
El suplemento 'LOC' publica la escapada con amigotes y sin mujeres de Felipe VI hace unos días: se pegó una comilona pantagruélica en un restaurante tailandés de Madrid, el Thai Garden, donde no da la impresión que den tortilla de patatas, cochinillo al horno ni torrijas. No, no. La suya es auténtica cocina Thai, especiada, plena de rollitos y saquitos, fideos, curry. Ni un triste trozo de chorizo, jamón o unos calamares rebozados, vaya palo para España. La cosa se alargó durante horas, casi los tuvieron que echar del local, no se iban ni con agua caliente: "Don Felipe estuvo en el local hasta aproximadamente las 18.00 de la tarde. Él y los cinco amigos con los que estaba y que no fueron interrumpidos en ningún momento por ningún otro comensal". Pobres camareros, la verdad.
El siglo del español, sí, pero no todo el rato, que cansa. Spain is different.