Las relaciones matrimoniales en la Zarzuela parecen sufrir una especie de maldición. No hay casi ningún matrimonio que haya resistido el paso del tiempo sin dar algún traspié. Incluso la pasión entre el rey Felipe VI y la reina Letizia se está desvaneciendo.
Los primeros en tirar la toalla, sin llegar al divorcio, fueron los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía. Cuentan las malas lenguas que nunca se quisieron. Más bien, lo suyo fue un matrimonio por conveniencia. Tuvieron relaciones hasta tener un hijo varón. Una vez nació Felipe, se acabó el compartir cama.
Los matrimonios en Zarzuela, condenados a la extinción
Pasos parecidos siguieron la infanta Elena y Jaime de Marichalar. Tras doce años de matrimonio y dos hijos en común, emitieron un comunicado en el que anunciaban el famoso ‘cese de la convivencia’.
Mientras que los últimos en romper han sido la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. Hace casi dos años que rompieron, tras publicarse las fotos de Iñaki con Ainhoa Armentia. Y están a punto de sellar su divorcio. Queda claro que en la Zarzuela no se lleva aquello de "vivieron felices para siempre".
Pero el episodio de desavenencias matrimoniales no termina aquí. Felipe y Letizia son la última pareja en pie. No obstante, la llama del amor está en las últimas. O por lo menos la de la pasión. Han celebrado el 20º aniversario de su relación, y el año que viene cumplirán dos décadas de casados. Y parece que el tiempo ha desgastado su relación.
Los reyes Felipe y Letizia, víctimas del desgaste matrimonial
Pilar Eyre ya advirtió en uno de sus artículos que las cosas entre Felipe y Letizia no estaban bien. Los escándalos de corrupción que se han dado en la familia de Felipe han generado numerosas discusiones que han ido erosionando a la pareja. Y parece que, lejos de reforzar la intimidad de los reyes, las salidas de palacio de la princesa Leonor y la infanta Sofía ha sido una liberación para que ambos puedan hacer la suya sin contar con el otro.
Letizia aprovecha el tiempo libre que tiene ahora sin sus hijas para trabajar en el despacho, protagonizar algunos actos institucionales que antes contaban con el rostro de la reina emérita Sofía, o para verse con sus amigas. Mientras que Felipe invierte su tiempo en salir de la Zarzuela los fines de semana para encontrarse con la princesa Leonor, o para compartir comidas y cenas con sus allegados de Zaragoza o del Club Náutico de Mallorca.
De hecho, algunas fuentes cuentan que cada uno tiene su espacio personal en palacio que les permite tener total independencia el uno del otro, incluso para no tener ni que compartir cama. Separarse no entra en sus planes. Pero como decía Pilar Eyre, ya “no existe el deslumbramiento de los primeros años”.