La selección española ya ha debutado en el Mundial de Qatar. Deportivamente el estreno ha sido inmejorable: los de Luis Enrique aplastaron a Costa Rica po 7-0. Los fans de 'La Roja' están enloquecidos, incluso la mayoría de los haters del entrenador asturiano han tenido que bajar la cabeza. El fanatismo por la selección se manifiesta en diferentes grados, claro está. En el caso de los más españolistas, a la alegría por el resultado tenemos que añadir el éxtasis ideológico y patriótico al ver a su ídolo amado en el palco celebrando los goles, y más tarde, en el vestuario felicitando a la plantilla. Hablamos de Felipe VI, su rey. Todo fenomenal. La parroquia está contenta. Y como está contenta no ven más allá de sus narices. Cero críticas, ninguna pregunta, de inquietudes y reproches, ni hablar. Pero se pueden hacer. Especialmente una: que el Jefe de Estado haya pasado olímpicamente de hacer gesto alguno a favor de los derechos humanos en el país árabe, como sí han intentado hacer otros países. Felipe callado, cómplice, como un pasmarote. Un mueble. Una jarrón muy caro. Penoso.

La corona española no soporta comparaciones con sus homólogos europeos. Tampoco con la clase política y máximas autoridades democráticas de naciones tan importantes como la República Federal de Alemania. Allí no tienen rey, ni falta que se hace. Tienen mandatarios, ministros, representantes votados por el pueblo. Serán mejores o peores, pero no están allí por la gracia de Dios, ni por privilegios medievales ni sangre azul, y todavía menos por tener lazos inquebrantables con los regímenes de los petrodólares, como sí es el caso español. Los alemanes han sido muy críticos con Catar y con la FIFA, y querían expresar su protesta llevando el brazalete del arco iris. No les han dejado bajo amenaza de sanción. Cuando menos sobre el césped, donde tuvieron que conformarse con hacerse la foto inicial simulando que estaban amordazados. En el palco, sin embargo, la cosa era diferente.

Selección de Alemania protestando en Catar / EFE

Alemania, quien por cierto se pegó un batacazo terrible perdiendo contra Japón en el partido inaugural, envió a su ministra del Interior, Nancy Faeser, como máxima autoridad para presidir su debut. Presidirlo junto al capo de la FIFA, Gianni Infantino, que está haciendo un ejercicio de hipocresía colosal y autoritarismo lamentable para justificar la presencia de la Copa del Mundo en un país tan oscuro. Muchas de las normas que imperan en Catar no se pueden homologar en la mayoría de los países que forman la máxima autoridad del fútbol. Tampoco en Suiza, donde tienen su sede. Pero a Infantino le resbala todo esto, no quiere fastidiar a los socios árabes, y se siente con la potestad de poner contra las cuerdas a los jugadores. Pero con los políticos no tiene nada que hacer. Y se tuvo que tragar que Nancy luciera el brazalete pro LGTBI+ e hiciera llegar la protesta a nivel mundial.

Nancy Faeser, ministra del Interior de Alemania, con el brazalete a favor del colectivo LGTBI en Catar / EFE
Nancy Faeser, ministra del interior de Alemania, al lado del presidente de la FIFA Gianni Infantino / EFE

Horas después era España la que jugaba, y el 'Preparao' el que se presentaba en el palco. ¿Y qué pasó? Pues nada. Como siempre. Felipe de Borbón style. Lo recoge con una sencillez y contundencia brutales el presentador de 'En Jake', uno de los programas de análisis político más afilados de todo el Estado y que se hace en la tele pública vasca. Xabier Lapitz compara a Nancy y a Felipe, una república y un reino. España con el culo en el aire.

Felipe VI en el palco de Catar / EFE
Felipe VI en el palco de Catar junto a Gianni Infantino / EFE
Xabier Lapitz / ETB

Felipe solo sirve para hacer de Manolo el del Bombo però más elegante. Pero si se trata de cosas provechosas, ya pueden seguir soñando.