El rey Felipe VI se ha reunido recientemente con sus hermanas, las infantas Elena y Cristina, para discutir el futuro de sus padres, ambos en edad avanzada y con problemas de salud cada vez más notorios. Juan Carlos I, con 87 años, enfrenta dificultades de movilidad y depende de una silla de ruedas, aunque esta situación le resulta difícil de aceptar. Cada vez que viaja a España, una de sus primeras paradas es en la consulta de su médico de confianza, donde se somete a tratamientos de medicina regenerativa basados en células madre y plaquetas en sangre. No obstante, después de haber recurrido a estos procedimientos en numerosas ocasiones, los resultados han dejado de ser efectivos. Su doctor le ha comunicado que, inevitablemente, tendrá que depender de la silla de ruedas de manera permanente. Esta noticia ha sido un duro golpe para el monarca emérito, quien teme ser percibido como una figura debilitada y en decadencia.

Cristina, Elena, Felipe y Letizia / GTRES

Desde hace más de cuatro años, Juan Carlos I reside en Abu Dabi, aunque sus visitas a España han ido en aumento. Su hijo, Felipe VI, ha tratado de mantenerlo alejado del ojo público con distintos grados de éxito. Sin embargo, es consciente de que eventualmente su padre deberá regresar a España de manera definitiva, ya que sería impensable que el antiguo monarca falleciera a miles de kilómetros de su país. Un caso similar ocurrió con Constantino de Grecia, hermano de la reina Sofía, quien pasó gran parte de su vida en el exilio en Londres, pero fue trasladado a Atenas cuando su salud se deterioró, falleciendo allí hace dos años.

Uno de los mayores deseos de Juan Carlos I es recibir un funeral de Estado comparable al de la reina Isabel II o al de su propio padre, Juan de Borbón. Imagina una ceremonia solemne con un cortejo fúnebre digno de la realeza, con su féretro trasladado en un carro de artillería desde el Palacio Real hasta el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde se llevaría a cabo una misa a la que asistirían numerosas personalidades y ciudadanos para rendirle homenaje. Si bien su estatus como rey emérito ha cambiado desde su abdicación, lo cierto es que su trayectoria le otorga el derecho a recibir honores militares. Sin embargo, la magnitud de la ceremonia y el reconocimiento oficial dependerán de la decisión del Gobierno en su momento. Existe la posibilidad de que la familia real opte por una despedida más privada, limitada al círculo más íntimo de allegados.

Problemas con la muerte de Juan Carlos I, ni funeral de Estado ni Escorial, y encima a miles de kilómetros de distancia

Pese a su deseo expreso de ser enterrado en el panteón de los Borbón en El Escorial, Juan Carlos I enfrenta un obstáculo insalvable: la falta de espacio en la cripta real. Esta circunstancia no tiene relación con su condición de rey emérito, sino con el hecho de que el panteón ya está completamente ocupado. Además, la reina Sofía tampoco ha manifestado interés en ser sepultada allí, lo que genera incertidumbre sobre el destino final de ambos exmonarcas.

Ante esta situación, se han planteado distintas alternativas. Una de ellas sería llevar a cabo una ampliación del panteón, aunque esto requeriría una obra de gran complejidad. Otra opción es establecer un nuevo espacio de sepultura para la familia real, lo que permitiría inaugurar una tradición diferente para las futuras generaciones de monarcas. En este contexto, se especula que Felipe VI y la reina Letizia podrían preferir distanciarse de las antiguas costumbres y definir un nuevo punto de referencia para los enterramientos reales.

El debate en torno al lugar donde descansarán los restos de Juan Carlos I pone en evidencia no solo las limitaciones físicas del panteón de los Borbón, sino también la evolución de la monarquía española, que parece avanzar hacia una gestión más discreta y contemporánea de su legado.

Juan Carlos / GTRES