Los pequeños detalles importan. Y mucho. Sobre todo en casos excepcionales. Como por ejemplo, la imagen que proyecta una Jefatura del Estado a través de sus máximos representantes. Una gente que, en resumen, a lo que se dedican es a las relaciones públicas. Poca cosa más. Hablamos, sí, de los reyes de España. De Felipe VI y de Letizia Ortiz. Por la razón de que sea alguien de Casa Real ha pensado que el 7 de febrero era el día adecuado para cumplir con un compromiso adquirido recientemente y que les hacía mucha ilusión: un retrato fotográfico. Hablamos de ilusión con pinzas: un matrimonio real en crisis por el caso Del Burgo, que prácticamente hacen vidas separadas y con la palabra divorcio como una pesada roca sobre sus cabezas, no sería el mejor ejemplo de esta emoción. Pero como era Annie Leibovitz, famosísima autora de retratos de primera categoría, compensaba el trance de tener que hacer un papelón como este. Pero, ¿un 7 de febrero? ¿Seguro?

El 7 de febrero es un día negro para la memoria de Letizia y de los Ortiz Rocasolano: el suicidio de Erika. Sobre aquella decisión trágica se escribió, se ha escrito y se seguirá escribiendo bastante en el futuro; también sobre la relación entre hermanas (no olvidemos el papel de Telma en todo el alboroto Del Burgo), y evidentemente de la falta de empatía mostrada por la reina en estas fechas. El ejemplo hecho carne, Carla Vigo. La sobrina huérfana de madre con 6 años, una proscrita e ignorada por Zarzuela. Pues bien, no ayudará nada a cambiar esta percepción pasarse el 7 de febrero, día de luto, haciéndote el retrato de Leibovitz en el Palacio Real. Un carísimo regalo que pagamos entre todos, 160.000€ (dicen que paga el Banco de España, ¿pero quién paga el Banco de España?), y que no puede ser más inoportuno. Incluso tétrico y macabro.

Felipe y Letizia al funeral de Erika / GTRES
Annie Leibovitz / Robert Scoble - Wikimedia Commons

Dicho todo esto, se han producido dos imágenes en el exterior del Palacio que hay que explicarlas: la llegada de los modelos a la cita con la fotógrafa, la misma que hizo subirse por las paredes a toda una reina de Inglaterra, la temida Isabel II. Decimos dos imágenes porque la pareja real ha llegado separada. Muy separada. En coches diferentes y espaciados por un tiempo más que prudencial. No era cosa de protocolo. Felipe, el más madrugador, conducía su vehículo. A diferencia de otras imágenes del monarca en situaciones similares, podemos asegurar que no era su mejor día ni momento. Seriosísimo, con mala cara y gafas de sol deportivas, una imagen inquietante. Sobre todo por el mal rollo que desprende. Tendrá trabajo, Annie, para sacarle un ademán más trascendente. Es eso o inmortalizar a un rey de España en el abismo, cosa que tampoco estaría mal: sería historia pura.

Felipe / Chance

Con respecto a Letizia, que podría haber parado el desbarajuste de fijar la sesión el mismo día del aniversario de la muerte de Erika, entraba en el recinto real en una comitiva de dos coches. Bien, suponemos que ha sido así, porque nadie la ha visto. El tipo de vehículo, con cristales bien tintados en la parte posterior, parecen evidenciar una presencia VIP. Y más VIP que ella, pocas. Polémicas, también. Y a menudo incomprensible, como este fatídico día 7. Que alguien nos explique quién toma las decisiones, porque hace falta un manual de instrucciones. Se están cargando la afición monárquica. Ellos solitos.

El coche de Letizia / Chance