El verano en Marivent suele ser un refugio para la reina Sofía, un lugar donde intenta recuperar parte del control que ha perdido en la Zarzuela ante la creciente influencia de Letizia. Desde mediados de julio, Sofía se trasladó al palacio en la isla balear, con la intención de permanecer allí hasta finales de septiembre. Sin embargo, este verano está siendo uno de los más difíciles de su vida, y las preocupaciones por su estado de salud están creciendo a pasos agigantados.

En Marivent, Sofía suele sentirse nuevamente la reina indiscutible, un papel que disfruta y que le permite ejercer su autoridad de manera más directa y visible, algo que ha ido perdiendo en Madrid. Pero este año, las circunstancias han sido particularmente adversas, poniendo a prueba su resistencia tanto física como emocional. La salud de Sofía, que ya no es la de antaño, se ha visto seriamente afectada por una serie de acontecimientos que han oscurecido su estancia en Mallorca.

Felipe, Letizia y la reina Sofía en Mallorca

El peor verano de la reina Sofía en marivent

Uno de los principales factores que han contribuido al deterioro de la reina es la división familiar. Los problemas matrimoniales entre su hijo, Felipe VI, y la reina Letizia han generado tensiones que han repercutido directamente en Sofía. Este ambiente enrarecido se ha visto agravado por la fugaz presencia de la princesa Leonor y la infanta Sofía en Marivent. Las nietas de Sofía apenas estuvieron unos pocos días en el palacio, lo que dejó a la reina emérita con un sentimiento de vacío y tristeza.

Sofía recibió la visita de la infanta Cristina, pero esta también fue breve y agria. Aunque madre e hija pudieron verse, Cristina se vio obligada a abandonar Marivent rápidamente en cuanto los reyes regresaron de su paso por los Juegos Olímpicos de París, lo que dejó a Sofía aún más sola en un momento en el que más necesitaba el apoyo de sus seres queridos. Este aislamiento se ha sumado a la pena que Sofía siente por la reciente pérdida de dos seres cercanos. El fallecimiento de su tío abuelo, el príncipe Miguel de Grecia, la obligó a viajar a Atenas para asistir al funeral, una experiencia emocionalmente agotadora. A esto se sumó la muerte de Juan Gómez-Acebo, a cuyo funeral también asistió Sofía, sumiendo aún más en la tristeza a la reina.

Reina Sofía i Simoneta al vetllatori per Juan Gómez-Acebo / GTRES

El entorno no ayuda a mejorar los ánimos de la madre de Felipe VI

La situación de su hermana, Irene de Grecia, conocida cariñosamente como la tía Pecu, también pesa enormemente sobre Sofía. Irene, que siempre ha sido un pilar en su vida, ahora necesita de una silla de ruedas y la asistencia constante del personal para todo. Ver a su hermana en un estado tan delicado ha sido un golpe duro para Sofía, quien no puede evitar sentirse abrumada por la tristeza y la impotencia. Y a todo esto hay que sumar cuando la sacaron a pasear por Mallorca a 40 grados de temperatura. La emérita ya no está para estos paseítos y achaques. Como tampoco lo estaba para viajar a los JJOO de París, por donde también se dejó caer. Tanto ajetero no es nada bueno para la ex monarca.

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Todo este cúmulo de circunstancias está pasando factura a Sofía, no solo a nivel físico, sino también anímico. Su vitalidad se ha visto mermada y la tristeza ha empezado a invadir cada aspecto de su vida. La reina emérita ya no tiene la fuerza de antaño, y es evidente que este verano en Marivent está siendo más negro de lo que cualquiera habría imaginado. Las dudas sobre si podrá aguantar en el palacio balear hasta finales de septiembre, como había planeado, están creciendo, y no se descarta que tenga que regresar a Madrid antes de lo previsto.