La monarquía sobrevive pero tiene los días contados por culpa de un equilibrio imposible: quiere aparentar ser moderna y en realidad es una institución profundamente clasista, antidemocrática y basada en el nepotismo. Los países que las conservan lo hacen como un juego, como una ilusión, destinando dinero público a tener una familia que hace ver que está al frente del Estado, pero solo son un símbolo, como la bandera o el himno. El problema es que no son un palo con un trapo ni una melodía sino personas. Y no personas cualesquiera. Son multimillonarios pijos a los que todo les ha sido dado. Letizia tenía que ser la clave para dar a la Corona una imagen moderna. A diferencia de Sofía, la nueva reina es plebeya, de clase trabajadora, divorciada, atea, pro abortista y de izquierdas. Exactamente lo contrario que Felipe. Sus primeros diez años como reina, una vez fulminado Juan Carlos, están llenos de claroscuros. Los que querían que Letizia acabara con ciertas costumbres medievales, como los interminables besamanos, los besos en el anillo y las tiaras de diamantes, han comprobado que todo sigue igual. Letizia solo ha acabado con una costumbre horripilante de su predecesora: las reverencias. Ya solo las aristócratas más casposas cuando saludan a la reina lo hacen clavando la rodilla en el suelo y bajando la cabeza Entonces llega el drama: ¿cómo saludar a la reina?
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Letizia decidió que la manera de saludar a las mujeres en España, dándose dos besos, le desagradaba. Hay cierta leyenda que los reyes son intocables en sentido literal, que no se les puede tocar. Un absurdo, son como cualquier autoridad del Estado y tienen que recibir el mismo respeto. No son semidioses. Cada uno escoge si considera de mala educación dar dos besos a una mujer que acaba de conocer. Letizia lo tiene claro, no quiere besos. Solo los acepta de jefes de Estado, como Emmanuel Macron o el rey Carlos III. En casos así se "rebaja" a poner las dos mejillas. Pero en el resto de casos, cuando un hombre o una mujer se le acercan para darle dos besos, los detiene con una frase seca que acaba de publicar Pilar Eyre en Lecturas: "Vamos en darnos la mano como los hombres".
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Es una frase que Letizia dedica a hombres y mujeres que se acercan a besarle la cara. El interlocutor se queda tan asustado que le acerca la mano derecha y entonces llega la segunda bofetada: Letizia aprieta la mano como si exprimiera un limón, tiene tanta fuerza en los bíceps que encaja la mano con excesiva fuerza. Una manera de marcar autoridad, no me veas como una mujer débil, soy fuerte. Física y mentalmente. No me trates diferente por ser una mujer. Es una frase seca pero funciona. Letizia acierta al apartarse de la imagen de su suegra. Y a pesar de eso, cuando no puede evitar besos de las mujeres que integran su corte, como la periodista Sonsoles Ónerga, no oculta una mueca de desaprobación:
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Letizia tiene pocas fotos de besos, será que, desde hace años, ha perdido la costumbre con su marido.