Froilán vuelve a nuestras vidas. La última vez que supimos de él fue en aquella furgoneta en un polígono industrial de Leganés, después de salir de un after a las 11 de la mañana. El hijo de la infanta Elena escogió esta zona plagada de garitos, drogas, hoteles extraños e historias oscuras para poner la guinda a la boda del alcalde de Madrid, una excusa para pegarse un nuevo festival. Del antro a la comida de cumpleaños del padre Jaime, y el día siguiente, con el chunda-chunda todavía resonándole en la cavidad craneal, al funeral de Fernando Gómez-Acebo. Así cerraba una nueva visita, la enésima, a España desde Abu Dabi, donde lo desterraron por tarambana y para hacer de custodio de la herencia del yayo Juan Carlos. O hacía, porque el emérito ya no vive en Emiratos Árabes: ahora es más fácil encontrártelo en Ginebra, desde donde los trayectos hasta Sanxenxo o Gasteiz son mucho más ligeros para un hombre de 86 años con problemas de movilidad más que graves.
La salida oficiosa del abuelo Borbón de la jaula de oro del Golfo Pérsico ha ido en paralelo al desenlace que todos sabíamos, pero que el periodismo cortesano intenta distorsionar a ojos de la ciudadanía: se ha quedado sin trabajo (si es que ha tenido alguno). Froilán es un vago con mayúsculas, la única vez que ha trabajado ha sido para pedir un Glovo. Su formación académica es penosa; su interés por mejorar, nulo; y su capacidad de sacrificio y esfuerzo todavía está por estrenar. Dice la leyenda que cuando lo mandaron a los Emiratos era para convertirlo en un hombre de provecho, trabajando (enchufado) en una compañía nacional de energía. Que hizo de runner y acompañante en la Cumbre del Clima más nefasta de la historia de la humanidad. De hecho, hay quien todavía hoy, a 28 de mayo de 2024 (la cumbre fue noviembre de 2023), mantiene que el hermano de Victoria Federica cierra asuntos pendientes del evento. Historias para no dormir.
Pues bien como decíamos, volvemos a tener “noticias” del susodicho, hecho que solo quiere decir una cosa: que lo han vuelto a cazar. ¿Haciendo el qué? Pues no será trabajando, no. Ha pasado el fin de semana en Ibiza, isla conocida por sus bibliotecas, y tal. Una escapada secreta que ha quedado al descubierto por una periodista catalana VIP: Susanna Griso. La de Antena 3 iba a una boda y se encontró de bruces con Pipe, chafándole la guitarra. Una nueva juerga, pobrecito, que se aburre mucho. Como Griso explicó el hallazgo, la maquinaria borbónica se ha puesto en marcha. Y como consecuencia, tenemos la mencionada "exclusiva". Mejor que se sienten fuertemente en la silla y se sujeten la peluca, la cosa promete.
Resulta que Froilán vuelve a tener trabajo, uno muy importante pero secretísimo. No hay detalles para no comprometer la intimidad del personaje. Y no solo eso: quiere empezar a estudiar un posgrado. Una patraña que no es nueva, está más reutilizada que el aceite de las patatas fritas del McDonald's. Pero si cuela, cuela. Las frases atribuidas "al entorno directo de Froilán", son para troncharse de risa: quiere "aprovechar su trabajo para continuar con algo de estudios, algún posgrado, lo que sea que sirva para ayudarle a ir progresando laboralmente. Despacito, no se trata de grandes ambiciones, lo podría hacer incluso a distancia". Antes caerá el meteorito que ver a este señor graduándose. Ni pagando. En fin. Show must go on.