Froilán tiene el trabajo del siglo: 16 días de vacaciones en pleno mes de febrero para alguien que no lleva ni un año en la empresa. Eso sin contar, evidentemente, Navidad, cumpleaños, escapadas diversas, días libres, alguna baja por estrés, etcétera. Vaya, que trabajar, trabajar, poco. Hablamos de este periodo como presunto permiso vacacional del hijo de la infanta Elena, oficialmente residente en los Emiratos Árabes como su abuelo Juan Carlos. Se supone que el joven ya no es un tarambana experto en afters ilegales y juergas infinitas; ahora estamos ante un hombre maduro, responsable y aplicado. El empleado que todos los CEOs querrían tener, y que solo los jeques de Abu Dabi son capaces de contratar. Qué historia tan bonita. Después, aparece la realidad, y todo se hunde.
La realidad oculta de esta temporadita lejos del desierto y de sus obligaciones es que Froilán está deseando largarse del Golfo Pérsico. Fue a parar allí de mala gana, y su estancia no ha mejorado las cosas. Ha intentado en varias ocasiones obtener el perdón del castigo, sin éxito. Elena lo quiere lejos de tentaciones y cerca de su padre, muy mayor y con una fortuna descomunal para dejar en herencia. La partida de ajedrez es también económica, y Pipe es solo un peón. Mucho más útil lejos de Madrid, a pesar de su rechazo. Lo que pasa es que últimamente ha tirado más de la cuerda. Y el pasado 6 de febrero informábamos de su llegada a España por sorpresa, con una excusa increíble: "Está saturado. Sigue sin congeniar con la cultura y no acaba de formar allí un grupo de amigos. No termina de encajar. Su vida allí se reduce a trabajar y a pocos planes de ocio".
Estas informaciones sobre el hermano de Victoria Federica fueron acompañadas de confidencias de su madre, preocupada y alarmada por el rebelde sin causa, y de algunos detalles sobre sus planes de ocio. Sábado por la noche, de fiesta, saliendo de una cena cerca de El Retiro, "acompañado de unos amigos ingleses y junto a una amiga especial". Y sin escolta. Importante detalle: se supone que se ha retirado este servicio a los primos Marichalar y Urdangarin. Solo los tienen en ocasiones especiales. Y una visita privada, de ocio y fumándose el trabajo, no es una de ellas. Pues bien, algo ha cambiado en esta norma. Resulta que acabamos de ver al protagonista en el aeropuerto, volviendo a los Emiratos, poniendo punto final a las vacaciones por| la cara. Con una estanquera bien visible en la mochila y un acompañante inconfundible. Un guardaespaldas. Por toda la terminal. Sin disimular.
La secuencia, en la que un reportero intenta sacarle información al royal sin mucho éxito sobre su soltería, planes y situación familiar, sorprende por esta presencia constante durante el recorrido por el aeropuerto. O nos están mintiendo y se sigue prestando servicio a estos miembros borbónicos, o se trata de un gesto de protección de su madre Elena, prestándole uno de sus hombres de confianza. Pero hay una tercera posibilidad más malévola pero nada despreciable: que la hayan escoltado por orden materna para que se largara de una vez. No tenemos pruebas, pero tampoco dudas. Nos mojamos por esta posibilidad.
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