La comedia continúa. Froilán está en Abu Dabi como penitencia por su conducta impresentable en España. Los excesos y la absoluta falta de objetivos vitales provechosos han provocado el castigo de su madre Elena, que ha pasado por encima del hijo, del padre y del sursum corda hasta que ha conseguido sacarlo de circulación. El comodín de Elena es Juan Carlos, el padre huido, mientras que el del emérito son sus amigos de los Emiratos, el dueños del paraíso del petróleo. A ellos llamó desesperado, pidiéndoles el favor de colocarle a su nieto favorito y esconderlo de la opinión pública. Los jeques no hacen preguntas y cumplen los deseos de su veterano amigo, destinándolo a una empresa multimillonaria donde hará de relaciones públicas. Un trabajo poco brillante, como sus méritos académicos. Pero eso sí, muy bien pagado: dicen que ingresará 10.000 euros al mes, con casa de lujo pagada y un horizonte que es un chollo: en seis meses dejará de tributar en España. Igual que el yayo, dos gotas de agua.

La capital de los Emiratos es lo que necesitaba Froilán como el aire que respira: un país lejos de Madrid, donde la información está muy vigilada y el periodismo es una caricatura, donde la prensa rosa se moriría de hambre. Allí los paparazzi no son bienvenidos: la mejor prueba, el emérito. En más de 2 años y medio de diáspora las instantáneas que hemos visto del exJefe de Estado se pueden contar con los dedos de una mano... y todavía sobran algunos. Las que circulan han sido autorizadas expresamente por Juan Carlos, que lo controla todo. Allí la privacidad es un tesoro: si haces uno foto, la publicas y este alguien te denuncia, la llevas clara. Multa, cárcel y billete reservado en el primer avión que salga del país. Una especie de censura muy poco sutil, pero efectiva. O sea que ya nos podemos despedir de ver nuevas fotos de Froilán en su flamante vida, cuando menos hasta que se haga un remember por los afters madrileños.

Juan Carlos protegidísimo en Abu Dabi / EFE

Froilán podrá seguir la fiesta en Abu Dabi, pero siguiendo unas normas inflexibles

Vanitatis repasa el concepto de intimidad en Abu Dabi y lo que explica es jugoso. Pipe sabe que allí no corre riesgo de ocupar titulares por desalojos de garitos, por temas de drogas y navajas, por ir de botellón y liarlas gordas durante sus juergas non-stop. De hecho podrá seguir saliendo de noche, cerrando discotecas, alquilando reservados y bebiéndose el agua de los floreros. Como occidental no musulmán, el consumo de alcohol le es permitido, siempre siguiendo unas normas inflexibles. Lo podrá hacer en casa, en clubs de la isla de Yas o incluso en Dubái, donde seguro que marca más de una excursión festiva. Eso sí, el chiringuito cierra mucho más temprano, se ha acabado eso de salir a las 9 de la mañana de un antro... e ir directo a otro. Aquí, a las tres y media de la madrugada, pa' casa. Que no está mal, pero no es la libertaz del Madriz de Ayuso.

Froilán en el aeropuerto antes de dejar España / Europa Press

Repetir comportamientos anteriores, el gran peligro que corre Froilán: lo pueden devolver con un lazo en España

Ahora bien, hay líneas rojas que tendrá vigilar y no traspasar, porque allí no están para historias, ni siquiera con los protegidos de sus protegidos. Froilán no podrá reproducir comportamientos anteriores: "Mostrar un estado de embriaguez en la calle podría acarrearle cárcel y hasta acabar siendo expulsado del país". Alerta. Tampoco le convendría meterse en peleas con alguna copa de más: el digital explica el caso de un joven español que, después de discutir con un taxista, pasó unos meses en prisión antes de ser expulsado del país. Parece que el hijo de Elena ha encargado un póster con una leyenda importante, mejor que no lo olvide: "Quien se emborrache en público y sea denunciado tiene todas las papeletas para acabar en un avión de regreso a su país".

Froilán de botellón en Madrid / Europa Press

Una borrachera le puede salir muy cara. Ahora bien, con Froilán todo es posible.