La corona británica vive una etapa convulsa desde la muerte de la (presuntamente) incombustible Isabel II. La llegada al trono de Carlos III, con 75 años, ha quedado marcada por la aparición del cáncer. Una enfermedad que ha golpeado dos veces en 'The Firm', en la figura de la princesa Kate. Su marido Guillermo está sufriendo y de lo lindo el terremoto familiar, mediático y real; durante las últimas semanas su ánimo y estado físico han mejorado bastante, pero durante los primeros compases del impacto, su situación llegó a ser alarmante. Demacrado, tambaleante, ausente. Tocado y casi hundido. Se ha mantenido de pie por amor a su esposa, por compasión y empatía, y también por una buena razón: una triple, sus hijos.
George, Charlotte y Louis han sido la gran preocupación del matrimonio durante estos meses de turbulencias que, de momento, todavía no han pasado del todo. Se tenía que explicar bien la situación, protegerlos y, por descontado, procurar que no dejaran de ser lo que son: criaturas de corta edad. El primogénito cumplirá 11 años el próximo 22 de julio; su hermana tiene 9, y el más pequeño acaba de soplar 6 velas. Sin embargo, el mayor, el heredero del heredero, tardará muy poco en advertir pequeños cambios con respecto al tratamiento, costumbres y actividades de su día a día. Las normas severas de palacio se imponen a otras consideraciones más humanas. Adiós a la niñez. Bienvenido al mundo adulto de los royals.
El diario inglés 'The Mirror' se hace eco de la prohibición que aplicarán en un futuro próximo al pequeño George, y que tendremos que empezar a llamar Jorge de Inglaterra, traduciendo su nombre anglosajón como pasa con otras figuras reales de relevancia. El protocolo, siempre tan estricto en el Reino Unido, caerá como una losa gigantesca, alejándolo de su padre en determinadas circunstancias. Exactamente lo mismo que le pasó a su padre Guillermo con Carlos, y al actual rey con su padre Felipe de Edimburgo. Es el ciclo de la vida, como el del Rey León. La información llega justo después de la celebración del día del padre, con una tierna imagen captada por la fotógrafa amateur Kate, y de la noche de concierto de Taylor Swift del papá con dos de los pequeños. Una jarra de agua fría.
La prohibición, estricta y de obligado cumplimiento hará que nunca más se vuelva a ver ningún viaje en el que el padre Guillermo de Inglaterra y el primogénito compartan avión. Se quiere evitar que una catástrofe aérea provoque un agujero en la línea de sucesión al trono. No queda claro si cuando se aplique la medida, dentro de un año, será el príncipe Guillermo quién se desplace en una aeronave para él solo mientras su hijo viaja con la madre y hermanos, o si es justamente al revés. Solo habrá una excepción a la norma: que el rey en ejercicio, en este caso el abuelo Carlos, autorice el vuelo conjunto de toda la familia. En todo caso, el panorama empieza a aclararse para el futuro Jorge: este es el negocio, estas son las normas. La corona manda.