Parece que el príncipe Guillermo está marcando un antes y un después en la monarquía británica, y todo debido a su decisión de romper con el protocolo tradicional de Isabel II, una regla no oficial que el esposo de Kate Middleton ha decidido no acatar. 

La regla que el príncipe Guillermo decidió no seguir 

El heredero al trono ha decidido tomarse selfies con jóvenes de la generación Z con el propósito no solamente de reflejar un cambio de actitud, sino también de mostrar una nueva estrategia para conectar con un público más joven y diverso. La monarquía británica, conocida por su rigidez y formalidad, ha sido históricamente cautelosa con respecto a las interacciones públicas. Durante el reinado de Isabel II, las normas eran claras: mantener una distancia respetuosa y evitar cualquier gesto que pudiera considerarse demasiado informal. Sin embargo, los tiempos han cambiado, y con ellos, las expectativas de la sociedad. En este contexto, Guillermo parece estar liderando un esfuerzo por modernizar la imagen de la realeza. 

El acto de tomarse selfies puede parecer trivial, pero en realidad es un símbolo poderoso. Para la generación Z, los selfies son una forma de expresión y conexión. Al participar en esta práctica, Guillermo no solo está mostrando empatía y cercanía, sino que también está enviando un mensaje claro: la monarquía está dispuesta a adaptarse a los tiempos modernos. Este gesto, aunque pequeño, tiene un impacto significativo en la percepción pública, especialmente entre los jóvenes que a menudo ven a la realeza como una institución distante y anticuada. 

Redefinir la monarquía en el siglo XXI  

Además, este cambio no ocurre en un vacío. Guillermo y su esposa, Kate Middleton, han estado trabajando activamente para redefinir el papel de la monarquía en el siglo XXI. Desde su enfoque en temas como la salud mental hasta su presencia activa en redes sociales, la pareja ha demostrado un compromiso con la relevancia y la accesibilidad. Tomarse selfies es solo una extensión de esta estrategia más amplia. 

Sin embargo, no todos están de acuerdo con este enfoque. Algunos críticos argumentan que estos gestos pueden diluir la dignidad y el misterio que tradicionalmente han rodeado a la monarquía. Para ellos, la formalidad no es solo una cuestión de protocolo, sino una parte esencial de lo que hace única a la institución. A pesar de estas críticas, es evidente que el presidente está dispuesto a asumir riesgos para garantizar que la monarquía siga siendo relevante en un mundo en constante cambio. 

En última instancia, el gesto del príncipe de Gales es más que una simple ruptura con el protocolo; es un reflejo de una monarquía en transición. Al adoptar prácticas más informales y accesibles, está enviando un mensaje de inclusión y modernidad. Y aunque el futuro de la monarquía británica sigue siendo incierto, una cosa está clara: con líderes como Guillermo, está mejor posicionada para enfrentar los desafíos del siglo XXI.