Por mucho paripé que hagan en palacio, por mucho que con los años se haya ido acostumbrando, es indiscutible que la reina Letizia, en Zarzuela, se encuentra durmiendo con su enemigo. No soporta a los Borbones y los Borbones no la soportan a ella. Pero desde los dos lados parecen haber adoptado un pacto de no agresión, como el chiste aquel del dentista y el paciente.
La asturiana detesta especialmente a su suegro Juan Carlos, pero a sus cuñadas tampoco las quiere ver ni en pintura. Como Cenicienta y sus hermanastras Griselda y Anastasia. La nula relación entre ellas tres es más que evidente. Con la pequeña, Cristina, no se pueden ni ver desde que estalló el caso Nóos. Letizia considera que cualquier cosa que la asocie con aquella rama de la familia no hace sino estropear la imagen de la monarquía española, por eso lo evita a toda costa. Pero ahora parece que Cristina está haciendo gestos, no sabemos si de cara a la galería o no, que van en la dirección contraria a lo que quiere Letizia.
Y es que mientras Letizia quiere tener el más mínimo contacto, tanto ella como su marido Felipe, la infanta Cristina está haciendo lo contrario, acercarse a su hermano, cosa que no gusta nada a Letizia, pero que no puede hacer nada para evitarlo. Explican en Monarquía Confidencial que últimamente su entorno la ve "más simpática, alegre y cercana: más 'suelta'". Un dejarse ir que ha desembocado en complicidades con su nuera, la novia de su hijo Pablo, en alegría indisimulada después de haberse quitado el peso del encima una vez divorciada de Iñaki Urdangarin (“Era una cuenta pendiente que no le permitía avanzar tranquila en su día a día”) o en un acercamiento al rey y a la institución (“Felipe VI no podía permitir que su hermana, ni ningún otro miembro de la familia, dañasen a la Corona. Lo mismo se aplicó con don Juan Carlos en 2020 cuando se mudó a Abu Dabi”).
Ahora parece que las aguas vuelven a su cauce, un retorno a la normalidad. Recuerdan en el citado medio que la infanta se ha dejado ver con su madre, Sofía, y su tía, Irene, a la procesión del Cristo de los Alabarderos del Viernes Santo en Madrid. "Un gesto de cierta ‘normalidad’ que va a servir también para reconstruir un poco más la relación con Felipe VI", recordando también que "el rey no faltó a la comida familiar que organizó la reina Sofía en Zarzuela con motivo de su 85 cumpleaños, que se convirtió en una nueva oportunidad para que el rey y sus hermanas fueran superando distancias. Algo que está yendo a más"... El intento de rebajar la tensión y la distancia entre hermanos va a más, al mismo tiempo que eso aumenta la voluntad de la reina de tener a sus cuñadas bien lejos.