A rey muerto, rey puesto. Este dicho castellano podría ser británico. Cuando el mundo intenta reponerse del recuerdo, veinte años después, de la repentina muerte de Diana de Gales, la familia real británica quiere pasar pantalla y lo hace de la mejor manera posible. Haciendo público que Lady Di sería abuela por tercera vez. Su primogénito Guillermo y la que promete ser la nueva Diana, Kate Middleton, esperan a su tercer hijo.

Kate sufre hiperémesis gravídica. Es la forma royal de decir que tiene vómitos y náuseas. Eufemismos de sangre azul, como referirse a un divorcio como cese temporal de la convivencia. La duquesa de Cambridge ha tenido que anular sus compromisos y por lo tanto su última foto es de hace cuatro días paseando bajo la lluvia del agosto británico por el jardín de rosas blancas que rinde homenaje a su suegra. Su ropa holgada no permite observar cuándo tiempo hace que está gestando el quinto miembro de la familia en el orden sucesorio después de Charles, William y los pequeños George y Charlotte.

Cuando todo el mundo creía que la noticia que taparía las especulaciones que los Windsor tuvieron algo que ver con la muerte de Diana sería el compromiso de boda del segundo hijo de Lady Di, Harry, con la actriz Meghan Markle, la biología ha salido al rescate de Isabel II. Nada como una boda o un embarazo real para satisfacer la curiosidad de millones de personas enganchadas a la más real de las familias de sangre azul. La única obligación que tienen es casarse y reproducirse para asegurar su estirpe al frente del Estado.

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Sólo queda esperar si el rey Felipe V hará como su padre, Juan Carlos, y se apresurará a hacerse la foto con los niños Windsor para destacar que es primo lejano de la reina de Inglaterra. A rey abdicado, rey puesto.

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