Guillermo y Máxima de Holanda han empezado una visita de estado a los EE.UU. de cuatro días. Una estancia corta con motivos comerciales y de diplomacia, pero intensa con respecto a la ruta. Del estado de Georgia, deteniéndose en Atlanta y Savannah, al de Nueva York, con Manhattan y Albany en la agenda. El viaje de ida desde el aeropuerto de Schiphol, a Amsterdam, nos ha dejado la primera gran anécdota: una excentricidad chocante que provocaba una imagen insólita: el rey de los Países Bajos pilotando el avión. No era cachondeo. No era postureo. Era real.
Para ser justos, tenemos que aclarar que Guillermo Alexander ejercía de copiloto, pero vaya: el resultado, visualmente, es el mismo. Ver la cabeza del monarca por la ventanilla de la enorme aeronave que cubría un trayecto transoceánico de 7.000 kilómetros y 11 horas de vuelo no es demasiado habitual. Todo tiene una explicación, y no: no se trata de un remake de 'Aterriza como puedas', ni tampoco un acto publicitario. El royal es piloto con licencia. Tiene una alternativa por si algún día se acaba el negocio monárquico. Bien pensado. Y poco habitual en un universo en el que destacan precisamente por lo contrario.
Bromas aparte, el rey ocupó la cabina del avión para acumular horas de vuelo, requisito indispensable si quiere conservar la licencia. Parece que, afortunadamente, la aviación comercial se toma las cosas en serio y no hace distinciones entre reyes y plebeyos. El que no vuela se queda en tierra... o en la first class, en su caso. Pero ni tocar los controles de los Airbus o Boeing de la flota. El digital Dutchnews ofrece la fotografía más singular del soberano, justo unos días después del 'posado veraniego' con su esposa e hijas. Un encuentro que, por cierto, ha estado marcado por la famosa decisión de la heredera Amalia de reclamar su sueldo anual de 1'5 millones de euros, y que había devuelto desde que llegara a la mayoría de edad. La joven de 20 años ha cambiado de opinión, y ahora quiere la pasta "para ahorrar". Alucinante todo.
Volviendo al espectáculo de Guillermo de copiloto aéreo, es evidente que no hizo todo el trayecto, pero sí el suficiente para recuperar un hábito que se remonta a su época de príncipe. Formaba parte de la plantilla habitual de tripulantes de los vuelos comerciales de la compañía KLM, y en alguna ocasión los viajeros lo reconocieron con el uniforme de la empresa. Se hace difícil apreciarlo en la imagen, pero no parece que lo llevara en esta travesía oficial. Veremos si la experiencia se repite durante el resto del viaje: sumará un montón de horas en su casillero.