La Casa Real de Noruega está viviendo meses de angustia, incertidumbre y estupor a causa de su veterano rey, Harald V. El monarca de 87 años se ha recuperado de la infección respiratoria que contrajo mientras disfrutaba de una escapada secreta de vacaciones, coincidiendo con su cumpleaños, a la isla de Langkawi, en Malasia. Fue ingresado en el país del Sureste asiático, donde también le implantaron un bypass provisional, y fue trasladado de urgencia a Oslo para continuar la batalla contra sus dolencias. Lo habían cazado de la peor manera: el Botswana de Juan Carlos, como explicó Pilar Eyre: "Todos creían que estaba en Oslo trabajando. Nadie entiende cómo se le autorizó, ni como a una monarquía que no paga impuestos hay que pagarle sus desplazamientos (200.000€). Ha llegado el momento de revisar por qué Noruega tiene una monarquía. Hace años que se reclama su abdicación".
2 meses y medio después de aquella sacudida, el royal ha vuelto en su agenda oficial, a la vida normal. O más o menos normal, porque su estado parece preocupante. Durante su convalecencia, el príncipe y heredero Haakon ha asumido sus funciones. Ahora que el titular ha vuelto, se han intercambiado los papeles. Pero solo un poquito, sin forzar. Harald está para la foto, para el resto envía al aprendiz. Viendo esta imagen que ilustra el artículo, se entiende perfectamente. No irradiaba salud, forma física ni ánimo. Solo demostraba actividad durante el himno nacional, de pie, con aire solemne y marcial. Un lapso de pocos minutos para volver a su estado ideal, pero que no quiere asumir: el descanso. Jubilarse. Pasar el testigo. Pues no, se aferra como una mala cosa.
Todo esto ha quedado de manifiesto durante la incomodísima visita de estado de la presidenta de Moldavia, Maia Sandu. Las escenas protagonizadas por el marido de Sonia de Noruega destilaban una decrepitud incomprensible. ¿Qué necesidad de representar este papelón? Una pregunta que solo pueden responder sus protagonistas, pero que desde una óptica juiciosa tendría que acabar cuanto antes mejor. Haakon está preparado para asumir el trono, la criatura tiene 50 años. Ya sería hora. De hecho, ejerce como tal: todas las actividades, recorridos y paradas de la delegación moldava son en compañía del príncipe y de su mujer, Mette-Marit. Los ancianos reyes son únicamente decorativos.
La incapacidad de Harald V ha sido todavía más descarada durante la segunda jornada del encuentro en tierras escandinavas. Ni siquiera se ha presentado a la visita a la Universidad de Oslo, ni en una exposición de una reconocida artista moldava residente en Noruega. Ni rastro. Y lo entendemos, claro: un hombre en las circunstancias del rey no está para aguantar un programa de actividades como este. Ha llegado la hora de acabar con la agonía. Que pase el siguiente.