Harry y Meghan Markle son las 'ovejas negras' de las monarquías europeas. Renunciaron a sus privilegios como miembros de la familia real inglesa huyendo de la presión desmesurada que sufrían dentro del universo royal. Bueno, aún son unos privilegiados y se ganan muy bien la vida gracias a su línea dinástica, pero hacen lo que les da la gana y hablan sin tapujos de aquello de que les preocupa, caiga quien caiga. Ahora son "sólo" duques de Sussex, pero se parecen más a estrellas de rock o de Hollywood. Sean o no altezas reales, tengan o no peso en la Corona, despiertan un interés inmenso, una atracción arrebatadora. Y lo han vuelto a demostrar este fin de semana inaugurando la edición de 2022 de unos juegos muy particulares: los Invictus Games, dirigidos a veteranos de guerra que han sufrido lesiones en su tarea como militares.
La competición, creada en 2018 gracias al impulso de la pareja, ha dado el pistoletazo de salida en la Haya con una especial dedicatoria a los participantes ucranianos, teniendo en cuenta la salvaje y sangrante invasión de Rusia que está destruyendo su estado soberano. Harry y Meghan han tenido palabras muy emotivas hacia esta delegación y al pueblo de Ucrania: la actriz acababa su discurso con un "Slava Ukraini" (gloria a Ucrania) que ha hecho emocionar a los asistentes de la gala, mientras que el hijo del Príncipe Charles y Lady Di elogiaba la valentía de los participantes de este país en estas circunstancias tan duras y crueles.
Las intervenciones del matrimonio han sido muy aplaudidas, pero lo que ha disparado el clímax ha sido un gesto muy romántico sobre el escenario del acontecimiento: los dos se han besado ante las miradas de los asistentes y de los medios de comunicación presentes durante la noche. La espontaneidad y sencillez de este beso no debería sorprendernos: dos personas que se aman y que no tienen ningún inconveniente de demostrarlo abiertamente. Quizás que haberse liberado del corsé del protocolo y las obligaciones de la realeza han favorecido esta escena, aunque puede que nos sorprenda por otro motivo: la comparación con lo que tenemos en nuestro entorno. ¿De qué o de quién hablamos? Sí, efectivamente: del universo borbónico español, rey del postureo y de una frialdad que estremece.
La historia es bien conocida: Felipe y Letizia no soportan la comparación con otras casas reales, por no hablar de Juan Carlos, Sofía o el resto de miembros de la familia. Cualquier muestra de naturalidad de los royals españoles es una proeza y una excentricidad. Hay que hacer una búsqueda intensiva para encontrar episodios similares, e incluso así no salen demasiado bien parados. Los besos más famosos entre los reyes de España se remontan a cuando no eran reyes, de hecho: 2011 i 2012. Ni en su boda, vaya. El resto, besos de abuela, sin ganas. No fuera que alguien se escandalizara de tanto afecto en público. Ellos son más de lo privado, como Juan Carlos, que de eso saben un montón.
El amor y la Corona no van de la mano. Cuando menos, en estas latitudes. Impensable.