Telma Ortiz, hermana de la reina Letizia, no quiere ser famosa. Detesta a la prensa, la del corazón, sociedad y similares. No quiere que a nadie la fotografíe porque considera que no es ningún personaje de interés público ni de proyección mediática. Nos parece fenomenal. De ilusiones también se puede vivir. Ahora bien, esta es una empresa utópica, quimérica, irreal. Y no es sólo una impresión subjetiva, sino que una jueza lo dictaminó en la famosa sentencia del juicio en el que Telma demandó a 57 medios de comunicación al sentirse acosada, perseguida y violentada. Un caso que nos remonta a 2008 y que acabó con la derrota de Ortiz y la obligación de pagar las costas procesales: una pasta, entre 40 y 60.000 euros. ¿Quién, o mejor dicho, cómo se pagó todo eso? Vete a saber...
A pesar del bofetón público y judicial a sus pretensiones, Telma continúa empeñada en proteger su parcela íntima. No ha tenido demasiado éxito, porque su romance con el abogado irlandés Robert Gavin Bonnar, casado con una de las integrantes del mítico grupo de folk-pop The Coors, se hizo público desde el minuto cero. Y para acabar de arreglarlo, la exmujer de Robert, Sharon Coor, la puso a caldo en las letras de una de sus canciones. Si quiere ser anónima va por muy mal camino. Eso sí, su relación sentimental ha continuado y de la mejor manera, trayendo al mundo a una criatura a sus 47 años. Una niña nacida en agosto de 2021, y que se convertía en su segunda hija y la tercera de Robert.
¿Qué hizo Telma para preservar, una vez más, la privacidad de su vida íntima y familiar? Una maniobra ridícula y que a pesar de ser legítima, parece una astracanada de primera: no revelar el nombre de la criatura, sobrina de toda una reina de España y prima de sangre de la futura monarca Leonor. Parece feo, pero vaya, que haga lo que le dé la gana. En todo caso, la niña no tendrá nombre, pero sí que la hemos visto en fotografías de revistas del corazón como 'Semana'. Imágenes con su madre y su abuela Paloma Rocasolano. No digan que la situación no es esperpéntica. Y así ha sido durante meses, con la bebé a punto de celebrar su primer año de vida.
Pues bien, no sabemos exactamente qué ha pasado entre Telma y Robert, pero la cuestión es que el absurdo ha llegado a su fin. Celebrémoslo, la niña ya tiene nombre. Y bien curioso, aunque la elección tiene una explicación lógica. Lo cuenta el media digital 'El Debate': responde al nombre de Erin, un homenaje a la tierra del padre. Es el nombre anglosajón de Eire, el nombre en gaélico de la República de Irlanda. "Una bonita muestra de amor de Telma hacia el padre de la criatura", escriben en el mencionado medio. Hale, misterio resuelto. No había para tanto, Telma.
Nos morimos por saber cuál será la próxima excentricidad de la madre en su batalla contra la curiosidad del personal. Ella no tiene culpa de tener una hermana que es reina, como tampoco los republicanos de estar sometidos a un régimen de privilegiados medieval, inútil y caduco. Y aquí seguimos. Ajo y agua, Telma.