El encuentro familiar de los cinco Urdangarin-Borbn (falta uno) en Granollers el sábado pasado para ver a Pablo eliminado de la competición europea todavía trae cola. La revista Hola ha comprado las fotos que muestran cómo los exduques de Palma se saludaron con dos besos al aire, guardando las apariencias ante los hijos que los acompañaban. Irene, al lado del padre, Miguel, al lado de la madre, y Pablo en el campo de juego como excusa para ligar esta familia desestructurada. El padre exige vivir de su ex el resto de su vida. Todas las informaciones apuntan a una negativa de Cristina a firmar un acuerdo de divorcio que la sangra económicamente. El orgullo de la cornuda prevalece sobre la fortuna de 900 millones que heredará del rey Juan Carlos. Al final todo es dinero y Cristina ha aprendido a fingir todos los años de infanta. El beso es educado, pero cuando se sentaron en la grada, lejos. La revista royal exagera y lo llama "el beso de la paz". No es el de Rubiales pero tampoco hay pasión. Es simple educación. Guardar las formas en público.
Faltaba el cuarto hijo, el mayor, Juan, a punto de los 23 años y que ha encontrado trabajo com "ayudante de producción" (eufemismo de machaca) de una empresa del yerno de Aznar, Alejandro Agag. El mundo de los contactos en Madrid funciona así: el trepador más hábil del reino, Agag, después de su "boda real" en el Escorial con Ana Aznar ha seguido su carrera para hacerse rico y ha tejido una red de contactos que incluye a Casa Real. Le ha dado trabajo a Juan, que no tenía nada que hacer, y ahora el sobrino del rey sirve agua a los corredores y trabajadores de la competición de coches eléctricos que dirige Agag. Este julio estaba en la isla de Cerdeña con gorra, uniforme corporativo y repartiendo botellas de agua. La sede de la empresa está en Londres.
Pablo ya no es el único Borbón que tiene uniforme de trabajo, la camiseta del Granollers. Juan trabaja de lo más humilde, de machaca para un vendedor de crecepelo con contactos. Y eso le impidió, dice Hola, ir a Granollers a la reunión familiar.. "Cristina llegó al estadio acompañada por sus hijos Miguel e Irene. Tan solo faltó Juan, que comenzó el verano trabajando en Cerdeña en la Extreme E de Alejandro Agag —una categoría de competición de automóviles todoterreno 100 % eléctricos— y por sus compromisos no pudo acudir. Ya en el interior, se encontraron con Iñaki, quien saludó muy cariñoso a sus hijos y también a la infanta, a quien dio dos besos y luego estuvieron un rato charlando, sin importarles ser el objetivo de muchas miradas, con total normalidad, como unos padres separados más. Un gesto que dice mucho y que representa una nueva etapa entre ellos, donde el dolor y los malos momentos parece que han quedado atrás".
La revista da una información añadida: que Cristina al acabar el partido fue con sus tres hijos en casa de los consuegros, los padres de Johanna la novia de Pablo, para mostrar buena sintonía familiar con los parientes políticos: "Al terminar el partido, la infanta y sus hijos se fueron con la novia de Pablo, Johanna Zott, y su familia a su casa para celebrar este debut". Iñaki no puso un pie allí, señal que la nueva relación entre la expareja no va más allá de saludarse con dos besos y no con dos escupitajos. Cristina es royal, pero no imbécil.