Iñaki Urdangarin, exduque de Palma y protagonista de uno de los mayores escándalos en la historia reciente de la monarquía española, ha vuelto a estar en boca de todos. Esta vez no por un nuevo revés judicial ni por un movimiento mediático con su actual pareja, Ainhoa Armentia, sino por haber rechazado dos ofertas de trabajo en Barcelona y Vitoria. El motivo no ha sido falta de interés en el proyecto, ni incompatibilidad profesional. Simplemente, no necesita trabajar. Es millonario.
Desde que cerró su acuerdo de divorcio con la infanta Cristina, Iñaki disfruta de una vida de lujo al margen de cualquier actividad laboral. Aunque públicamente ha alegado que su paso por la cárcel ha dañado irreversiblemente su imagen y que nadie le ofrece oportunidades reales de reinserción, lo cierto es que ha recibido propuestas concretas para reincorporarse al mundo empresarial con sueldos superiores a los 100.000 euros anuales. Y las ha rechazado todas.

Iñaki Urdangarin, vida de lujo tras divorciarse de la infanta Cristina.
Una de esas propuestas vino de una consultora afincada en Barcelona, especializada en asesoramiento deportivo, donde le ofrecían un cargo de dirección vinculado a su trayectoria como exjugador profesional de balonmano. La otra, procedente de una firma tecnológica de Vitoria, buscaba aprovechar su perfil público para representar a la empresa en eventos internacionales. En ambos casos, Iñaki declinó cortésmente. ¿La razón? No necesita el dinero. Según reveló Juan Luis Galiacho, recibe 25.000 euros mensuales gracias a un acuerdo vitalicio que se originó como compensación por su silencio durante el caso Nóos.
En su momento, Juan Carlos I le prometió un trato preferente en prisión, mientras cumplía condena en Brieva, una cárcel de mujeres. Pero Iñaki no tuvo suficiente. Y aprovechó el divorcio con la infanta para solucionarse la vida económicamente hablando.

Iñaki Urdangarin no quiere trabajar, no lo necesita
Iñaki exigió una indemnización de dos millones de euros por un libro de memorias que nunca vio la luz. Una editorial le había hecho la propuesta, pero finalmente prefirió no publicar el texto. A cambio, se llevó el dinero. Y también consiguió la mencionada pensión vitalicia de 25.000 euros mensuales.
Con semejante colchón económico, Urdangarin no ve la necesidad de fichar cada mañana ni aguantar ocho horas de oficina. Vive despreocupadamente entre viajes exclusivos, hoteles de cinco estrellas gran lujo, cenas en restaurantes con estrellas Michelin, y caprichos extravagantes como botellas de cava de, como decía Maica Vasco, más de 2.000 euros.