Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia continúan su historia de amor. A su manera, claro. ¿Cuál? Pues convirtiendo su vida en una gincana para evitar las miradas fisgonas de la prensa, de los ciudadanos de Vitoria-Gasteiz, de confidentes de su todavía mujer Cristina e incluso de su propia madre, Claire Liebaert. La novia de su hijo no le encanta, él lo sabe e intenta esconderla, avergonzado. Eso es lo que dedujimos de las declaraciones de la señora hace unos días, asegurando que "no la conozco". Cosa extraña, porque la capital de Euskadi es pequeña, todo el mundo sabe quién es el vecino y, más importante: Iñaki ha dejado a una hermana de rey por una plebeya y vecina de tu localidad. Vaya, un poco de apoyo materno no estaría mal. Pero Liebaert es pro Cristina. Ayer, hoy, siempre. Y Urdangarin no quiere molestar a la madre que lo matriculó, solo faltaría.
Bien, pues una nueva información remacha el clavo de esta percepción de incomodidad, de secreto, incluso de miedo. Resulta que acaban de hacer público el rinconcito íntimo de la pareja en la ciudad vasca, donde intentan pasar desapercibidos, hablar de sus cosas sin temores, y vete a saber si dejarse ir con gestos de afecto, amor y pasión en un ambiente supuestamente exclusivo. No decimos privado porque contra todo pronóstico no hablamos ni de un pisito, ni de un local comercial, ni de una habitación de hotel o un reservado en una discoteca. Ah, no. Son más originales. También podríamos añadir el término delirante, pero vaya, que no queremos crearnos enemigos. Eso sí: el escondite tiene tela. De traca.
Iñaki y Ainhoa se esconden en un camino rural de los alrededores de Vitoria a plena luz del día
A ver: Vitoria-Gasteiz le toca de muy cerca al autor de este texto. Conoce las costumbres, los hábitos, los parajes más conocidos y también los ignotos. Poca cosa se nos escapa. Y precisamente por eso cuando seguimos determinadas informaciones sobre la vida de Iñaki en la ciudad no podemos más que dibujar una enorme sonrisa en el rostro. No, no estamos criticando a los compañeros de Vanitatis que acostumbran a ofrecer exclusivas sobre Urdangarin aprovechando sus gargantas profundas del entorno más próximo al ex Duque empalmado, ni mucho menos. Se trata solo de una mezcla de incredulidad y sarcasmo a partir de cosas como lo que encontramos hoy en su web: "Uno de los escondites de Urdangarin y Ainhoa Armentia en Vitoria". No le den muchas vueltas, porque se esconden a campo abierto, a plena luz del día, en un camino rural de un pueblo limítrofe con el municipio, muy cerca del pabellón del equipo de baloncesto del Baskonia y de la Academia de la Ertzaintza. Un pueblecito que se llama Zurbano, rodeado de campos de cultivo. La cosa, y la broma, no acaban aquí.
Imposible pasar desapercibidos: vestidos de calle y rodeados de escoltas entre campos de cultivo
Los gasteiztarras (o vitorianos) son gente tradicional: pintxos, potes (vinos) y paseos por las numerosas zonas verdes de la ciudad. Si sales de buena mañana y no te encuentras con una multitud de gente con impermeable, ropa deportiva y calzado de montaña es que no estás en Vitoria o que acabas de aterrizar de otro planeta. Apostamos por esta segunda opción: Iñaki y Ainhoa están viviendo episodios que no son de este mundo. Sea como sea, no pierdan el detalle del vestuario, porque es crucial. La pareja va a pasear vestidos de calle. Ni siquiera van camuflados. Y si a eso le añades que llevan un séquito de escoltas a 50 metros, siempre discretos y tal, hombre, el cuadro es pintoresco. Dice el compañero de Vanitatis en boca de su fuente que los vecinos de la zona "no están pendientes de estas cosas, es gente de bien". No lo dudamos. Buena gente. ¿Pero que no se dan cuenta de quién son? Ay... Bueno, hay otra afirmación de esta persona misteriosa que hace ponerlo todo entre comillas: "Yo también voy para desconectar un poco del ruido de Vitoria, porque no hay casi gente". ¿Ruido en Vitoria? Qué hartón de reír. Parece Washington, tú. Los decibelios salen a devolver, como en la declaración de la renta.
En fin. Muriéndonos por volver a la ciudad y poner una mesa y sillitas en este camino rural de Zurbano. Será un espectáculo.