El 4 de octubre de 1997 la Familia Real española invadió Catalunya para celebrar el enlace matrimonial entre la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. Una boda con toda la pompa: la hija del rey Juan Carlos y la estrella del balonmano del Barça abrían una nueva era en las relaciones sentimentales de Zarzuela, ya que la sangre azul y la supuestamente plebeya se fundían por primera vez. Años más tarde el entonces Príncipe Felipe y la periodista Letizia Ortiz repetirían la fórmula, aunque las vidas de unos y otros han recorrido caminos bien diferentes.
Tan diferentes como uno es rey de España y su hermana fue apartada de la Corona. Como que Letizia es la consorte que manda con mano de hierro e Iñaki acabó, dicen, en la prisión por adoptar algunas de las (presuntamente) peores costumbres de la casa: tuvo que pagar por sus corruptelas en el caso Nóos. De las flores y violas pasaron a la guerra y las hostilidades, de la amistad al repudio, del honor a la vergüenza. El vasco, una vez fuera del centro penitenciario de Brieva, del que pocos lo han visto salir y todavía menos entrar, ha vuelto a su tierra natal, Vitoria-Gasteiz, cerca de su familia. Allí ha encontrado un trabajo para conseguir la semilibertad.
24 años más tarde, pues, el escenario es muy diferente. Pero la pareja continúa adelante, a pesar de que con muchos kilómetros de distancia. Él en la capital del País Vasco, ella en Ginebra, donde reside desde hace años. Teóricamente este pasado fin de semana tenían que encontrarse y celebrar el aniversario de bodas como la ocasión lo merecía. Pues no. A la Borbón nadie la ha visto por las calles de Gasteiz, pero sí que han captado las imágenes de un Urdangarin acompañado por su familia pero, en realidad, más solo que la una.
A pesar de ir de la mano de su madre, Claire Liebart, y de encontrarse también con su hermana Lucía y sus sobrinos, las instantáneas de los paparazzis nos permiten ver al exduque 'empalmado' con un gesto tristón y pensativo. Quién le iba a decir, hace casi un cuarto de siglo, que su cuento de hadas, príncipes y princesas acabaría de esta forma tan lamentable. Ya ni siquiera le queda el romanticismo de un matrimonio que ha resistido contra todo y contra todos. Un gran negocio, vaya.
Iñaki, porque eres de Vitoria, que si no te recordaríamos aquella frase mítica atribuida a José María Aznar: "Nunca debí salir de Valladolid".