El ciudadano Iñaki Urdangarin quiere ser anónimo. Disfrutar de su estrenada condición de divorciado con su pareja de Vitoria-Gasteiz, Ainhoa Armentia. Ir, venir, viajar, disfrutar, hacer lo que le plazca. Sin miradas indiscretas, sin tener que preocuparse por su intimidad ni seguridad, ahora que va por la vida sin escolta. Objetivos comprensibles, pero también irreales. No, Iñaki, no. Sabe mal, pero es una entelequia. No te casas con una infanta de España, te enredas en negocios turbios con el visto bueno del suegro, eres el primer royal que entra a la cárcel y le pones los cuernos, con perdón, de manera pública a tu mujer, para después reclamar privacidad y olvido mediático. Ay. Ha bebido aceite. Solo el tiempo le dará un poco de tregua, hasta convertirse en un émulo de Jaime Marichalar. Y todos sabemos que lo ex de Elena todavía suscita interés informativo y fisgón. O sea, que el vasco podrá alcanzar la meta solo a medias.
Urdangarin y Armentia, ahora vecinos de la madre Claire Liebaert en la urbanización de la capital de Euskadi, tienen otro reto importante. 4, concretamente. Juan, Pablo, Miguel e Irene. Es decir, los hijos que tuvo con la Borbón. Se los quieren ganar, normalizar las relaciones, pasar las páginas más oscuras del rechazo y la revancha. Ninguno de ellos tiene interés en hacerlo, sin embargo. La madre Cristina va por delante, y ella no quiere oír ni hablar de Ainhoa. En todo caso, el deshielo llegará, tarde o temprano. Quizás incompleto, porque la benjamina Irene es la más belicosa. Le gusta ayudar en Camboya, pero a una vasca no le da ni los buenos días. Cosas que pasan. El único que de momento ha roto el cordón ha sido Pablo, el jugador de balonmano del Granollers. La excusa de los partidos propició una jugada poco limpia del exduque, presentándose en un pabellón acompañado de su pareja y forzando el encuentro al máximo. 1 de 4, y llorando.
La salida del Pablo de la disciplina del FC Barcelona, equipo donde su padre es una leyenda deportiva, ha roto las dinámicas de Iñaki con respecto a sus escapadas de Vitoria hacia Catalunya. La carrera de su hijo le preocupa, quiere transmitirle todo su conocimiento del deporte, que es mucho. Acostumbra a verlo en los partidos fuera de casa, pero también en algunas ocasiones como local. Parecería que, en estas ocasiones, hace viajes relámpago: sale del País Vasco, hace lo que tiene que hacer en Granollers y vuelve a toda prisa. No es así, según revela el digital 'Vanitatis', con fuentes en la rama barcelonesa de la familia Urdangarin. Este apellido está disminuyendo en la capital de Catalunya. Todos se van. Suben al norte, poniendo distancia y buscando calma, así como anonimato. El de Iñaki.
Urdangarin "viaja a Catalunya mucho más de lo que nos pensamos y de lo que le vemos, pero lo hace a otro lugar, no a Barcelona". El escondite se encuentra al Empordà, donde su hermana Ana se ha mudado definitivamente, dejando la casa modernista del Putxet en la que Iñaki empezó su romance con Cristina. Hace unos meses unos paseantes lo reconocieron en la zona, vestido de ciclista y acompañado de una Ainhoa que iba de calle. Después visitaron Girona y el Barrio Viejo, comiéndose un helado como tortolitos. Viladrau, Sant Mori... El vínculo de Iñaki con diferentes comarcas y lugares de Girona viene de lejos. Ahora, en esta casa ampurdanesa, quizás organiza encuentros discretos con Pablo. Para compartir tiempo, darle consejos y hacer de mediador con el resto de los hermanos. Veremos si sale adelante o si es misión imposible.