La vida de Iñaki Urdangarin siempre ha estado rodeada de polémica, pero su paso por la cárcel de Brieva marcó un antes y un después en su historia. No solo por los delitos que lo llevaron tras las rejas, sino por el peculiar estilo de vida que mantuvo dentro de prisión. Mientras otros presos luchaban por sobrevivir en condiciones precarias, el exduque de Palma disfrutaba de comodidades que muchos ni siquiera podrían imaginar. Pero lo que más llamó la atención fue el impacto que causó entre las reclusas, quienes no dudaron en hacerle saber su interés.

Iñaki Urdangarin no fue un preso común. Ingresó en la cárcel de Brieva, un centro penitenciario mayoritariamente femenino, donde fue el único hombre. A diferencia de otros reclusos, el exduque contaba con un módulo exclusivo para él, lejos del hacinamiento y los problemas típicos de la vida carcelaria. Además, tenía acceso a instalaciones como gimnasio, piscina y biblioteca, algo que contrastaba enormemente con la realidad de las demás presas.

Iñaki Urdangarin
Iñaki Urdangarin

Pero lo que realmente marcó su estancia en prisión fue la atención que recibió por parte de las reclusas. Desde el momento en que pisó la cárcel, se convirtió en el centro de todas las miradas. Las mujeres no podían creer que un hombre, y menos alguien como Urdangarin, compartiera espacio con ellas. Según reveló la periodista Pilar Eyre, las reclusas no dudaban en hacer comentarios picantes cada vez que la infanta Cristina lo visitaba. Frases como "¡Déjalo a gusto, exprímele, que si no aquí estamos nosotras para f..., que pasamos mucha hambre” o “Cristina, f... bien, que si no lo haremos nosotras, ¡qué estamos muy cachondas y él está muy bueno!”, eran comunes entre las presas, quienes no ocultaban su fascinación por el exdeportista.

Los motes que revelan su popularidad en prisión

En la cárcel de Brieva, Iñaki Urdangarin no era conocido por su nombre ni por su pasado como duque de Palma. Las reclusas le pusieron varios motes que reflejaban su popularidad y el interés que despertaba entre ellas . Entre los más populares estaban "pibón de Brieva", "chorbo de Cristina", "tiarrón del norte" y "chuletón vasco", los apodos no dejaban lugar a dudas: el exduque era el centro de atención.

Pero no todo quedó en simples apelativos. Las reclusas llegaron a pedir a las funcionarias la posibilidad de visitar a Urdangarin en su módulo. Según fuentes cercanas al caso, el exjugador de balonmano recibía numerosas peticiones de "vis a vis" por parte de las presas, quienes no dudaban en hacerle saber su interés. Para Urdangarin, esta situación no era incómoda; al contrario, disfrutaba de la atención y el halago constante. Aunque estaba en prisión, su ego seguía intacto.

Iñaki Urdangarin
Iñaki Urdangarin

Un final marcado por el silencio y el dinero de la Casa Real

A pesar de la peculiar atención que recibió tras las rejas, Urdangarin siempre supo que su destino no estaría ligado a la prisión. La Casa Real, aunque lo sacrificó para proteger a la infanta Cristina, nunca lo dejó a la deriva por completo. El emérito Juan Carlos I se aseguró de que, al salir, no le faltara dinero ni privilegios, no por afecto, sino para garantizar su silencio.

Hoy, ya divorciado de la infanta y lejos del yugo borbónico, Urdangarin intenta rehacer su vida con un perfil bajo. Pero su paso por la cárcel, lejos de ser una desgracia absoluta, quedó marcado por una situación insólita: fue el "rompecorazones" de Brieva, el hombre que, incluso tras las rejas, seguía despertando pasiones incontrolables.