En la familia de los Borbones hay dos tipos de caraduras: unos, los que lo son indisimuladamente, incluso, con cierto grado de fanfarronería, soberbios, pasándole la mano por la cara al personal, cachondeándose de todo quisqui y yendo por la vida demostrándole a la ciudadanía que ellos han venido a este mundo (o eso se piensan) a dilapidar la fortuna que tienen gracias a los contribuyentes. En esta categoría entran el tarambana mayor del reino, el rey emérito Juan Carlos, que se gasta la pasta a manos llenas y que siempre ha hecho lo que ha querido porque todo el mundo le ha reído las gracias. Pero también algunos de sus alumnos más aventajados, como sus nietos Felipe Juan Froilán de Todos los Antros y Victoria Federica. Después, sin embargo, está el otro grupo: el de los que tienen una cara que se la pisan haciendo ver que son unos desgraciaditos, hipocresía en grado máximo, para que todo el mundo tenga pena de ellos, pobrecitos, y no les aticemos demasiado porque, pobrecitos, no pueden ni pagarse un plato en la mesa... cuando la realidad nos demuestra todo lo contrario. Aquí tenemos un claro representante, poca vergüenza y que se debe pensar que el resto de la gente somos imbéciles. ¿De quién hablamos? De Iñaki Urdangarin.

Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia

El exduque de Palma ha ido a Camboya con su pareja, Ainhoa Armentia, para ver, se supone, a su hija pequeña, Irene, que está haciendo un voluntariado desde enero. Pero no es solo este el único motivo. Según 'Es la mañana de Federico', "Iñaki y Ainhoa Armentia habrían viajado a Camboya para pasar unos días con Irene. La pareja, que regresó el pasado 29 de abril, se habría alojado en el lujoso Hotel Grand Venus La Residence, en Siemp Riep. El destino ha sido elegido para poder pasar unos días con Irene, pero Iñaki y Ainhoa habría aprovechado para hacer algo de turismo por la zona como visitar las ruinas de Angkor o el Parque Nacional de Phnom Kulen". O sea, visita a la niña y un pedazo de viaje para hacer turismo que nos ha dejado con la boca abierta. Cómo se las gasta el excuñado de Felipe. Y Cristina está que trina.

Ainhoa Armentia e Iñaki Urdangarin / Instagram

Después va diciéndole a todo el mundo que está deprimido por no tener trabajo, que "Uno de los mayores dolores de cabeza de Iñaki Urdangarin desde que salió de prisión es su falta de ofertas laborales", que "Necesita tener un trabajo. Por salud mental. Se ha roto en este sentido, está agobiadísimo" y bla, bla, bla... Milongas. Porque mientras va llorando por las esquinas diciendo "dadme algo", mientras va pidiendo trabajo, resulta que no está tan pelado como presume. Vanitatis ha hablado con fuentes próximas a Urdangarin que aseguran que "Una cosa es que no tenga trabajo, que así es, y otra que no tenga dinero". Porque de pasta sí que tiene. Explica el citado medio que "contra todo pronóstico, sí tiene un fondo económico: Urdangarin ha cobrado de la Audiencia de Palma, recientemente, 33.199,22 euros, el resultado de pagar a la Comunidad Balear, a Hacienda, las multas, los recargos, las sanciones, y las costas de la Abogacía del Estado y Comunidad Balear —la parte correspondiente de sus honorarios profesionales—", después de pagar inicialmente "1.200.000 euros en concepto de responsabilidad civil, después de vender, con permiso judicial, todo su patrimonio. Cabe recordar que en esa venta se incluye el llamado palacete de Pedralbes, que tanto él como la Infanta pusieron a la venta y tuvieron que rebajar de precio".

Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina

Un dinero que "le permiten, por ahora, llevar una vida más holgada". No es el único ingreso. A finales del 2022, la sección primera de la Audiencia de Palma decidió devolverle 201.174 euros a Iñaki y Cristina por haber pagado de más por la responsabilidad civil en el marco de la sentencia del caso Nóos. Si le sumamos el sueldo que recibe como expreso, unos 450 euros mensuales, "una cantidad con la que no puede vivir pero que 'ayuda', sea como sea, Urdangarin no está sin blanca y puede, por el momento, tener una vida tranquila"... Hay que tener mucha jeta para ir diciendo después que estás pelado. Lo que decíamos, un sinvergüenza.