Iñaki Urdangarin ya es un hombre en semilibertad. Con el tercer grado en el saco era libre para fijar un lugar de residencia y ha escogido Euskadi, con su familia en Vitoria. Sale cada día a trabajar a un despacho de abogados en bicicleta, gorra de lana y silencio sobre su futuro familiar. Es extraño que un padre de familia numerosa pase dos años y medio en la prisión, desde junio de 2018, y al salir no vaya a vivir ni con la mujer ni con sus cuatro hijos.
Quien se pregunta qué está pasando dentro de aquel matrimonio es la única cronista real que adelantó en noviembre de 2018 que la infanta Cristina visitó a un abogado especialista en divorcios, Pliar Eyre. Ahora añade información a la sospecha de que el matrimonio está roto: : "En lugar de reunirse con sus hijos y la infanta, cuyo puesto de trabajo puede trasladarse a España, lo ha hecho con su madre en Vitoria, ciudad en la que no había vivido nunca.Sorprende que no hayan alquilado piso en Madrid o Barcelona, donde la niña podría acudir al Liceo Francés, los otros hijos reunirse con ellos cuando quisieran (Pablo vive en casa de unos amigos) y la infanta realizaría su trabajo de forma telemática, como está haciendo ahora en Ginebra".
Entre la madre y la mujer que vive en Ginebra con la hija, Iñaki escoge madre y Cristina escoge no moverse. El año escolar de la hija pequeña, Irene, suena a excusa. Iñaki no está con ninguno de sus hijos. ¿3 años de cárcel y ahora esto? Pablo vive en Barcelona, Juan en Madrid y y Miguel en Londres. Eyre lo deja claro: "Es difícil de entender esta situación: el esforzado abogado ha conseguido la semilibertad, pero que su mujer siga viviendo a mil kilómetros como si no hubiera cambiado nada, por mucho que de vez en cuando visite a su marido". Y un detalle muy necesario que sólo Pilar Eyre denuncia:
Eyre en Lecturas: "La reunificación familiar nos saldría asimismo más barata a los españoles al no tener que doblar la escolta". Todos pagando a los muchos escoltas del Ministerio del Interior a disposición del preso y de la hija que se vacuna en el extranjero. Y Cristina no paga a los escoltas: ni tributa en España y cuando paga lo hace con tarjetas black del padre. El divorcio de los exduques de Palma es la opción más realista. Sino, no se entiende.