La infanta Cristina está desolada. Engañada por su marido, decepcionada con la familia política, alejada de todos sus hijos varones (Juan, Pablo y Miguel), repudiada por el rey Felipe, despreciada por Letizia, mantenida por las influencias de su padre a quien no ve demasiado. Los más próximos a ella dicen que está aislada y sola en Ginebra, haciendo teletrabajo para La Caixa y Aga Khan encerrada en casa. Cobrando 400 mil euros anuales, pasándole 5 mil euros en el mes a su exmarido como pensión de separación. La ley la obliga ya que la ruptura matrimonial deja a Iñaki en peor situación económica que la que disfrutaba durante el matrimonio. Sola con una adolescente de 16 años, se puede permitir un jueves coger un avión Ginebra- Barcelona para ver un partido de balonmano. El Barça avisa a la madre de su jugador más famoso, Pablo Urdangarin, de que el chico debutará en Champions. Hay que organizarlo porque la hermana del rey llegará escoltada. Y Cristina llora, un Urdangarin todavía la emociona. Orgullo de madre:

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Cristina llora por el debut europeo de Pablo, EFE

La agencia estatal EFE cubre este momento en la grada del Palau Blaugrana. Si el sábado iba el padre, Iñaki, para celebrar 50 años de Palau, ahora es la madre, que prefiere no coincidir con su exmarido, quien se traga un Barça-Flensburg que gana el equipo de su hijo catalán. Otra foto donde la hermana del rey se saca la mascarilla permite comprobar que Cristina está fastidiada demacrada y sin maquillar. Separada, de negro y viviendo sólo para sus hijos. La semana del 8-M, Cristina es víctima de un hombre infiel. Así es normal que tenga cara de sufrir. Le dice alguna cosa a Pablo al oído, tipo "Tu padre está cono Ainhoa en casa de la abuela". Unas fotos en Hola delatan que la ex suegra de Cristina ya se hace con la madrastra de Pablo, la amante.

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Cristina se saca la mascarilla, EFE

Ahora que se eliminará la obligación de mascarillas a los interiores, ya las caras delatarán toda la angustia de una crisis matrimonial retransmitida por las revistas del corazón. Pablo Urdangarin tiene la parte más expuesta: juega cada semana dos partidos y se expone a los paparazzis. La crisis de sus padres viene de lejos. Durante el juicio del caso Noos ya se supo que había correos del instituto Noos del duque empalmado con sus amantes. Pablo respira, es una estrella del Barça y cuando los padres ni se quieren, lo mejor es la separación. El divorcio caerá como fruta madura. Iñaki ya tiene otra y la reconciliación que se publicó era mentira.

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Pablo sonríe al lado de Cristina, EFE

El futuro de los Borbones es la infelicidad conyugal. Ninguno de los cuatro matrimonios se mantiene, excepto el de Letizia y Felipe, unido por una cosa superior al amor, la jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas. Los otros tres son un fracaso. Juan Carlos escogió a una princesa griega: cuernos. Elena escogió a un aristócrata soriano venido a menos: ictus sospechoso atribuido por un medio al consumo de sustancias prohibidas. Cristina escogió a un deportista de élite: cuernos y delitos de corrupción. Lo más vergonzoso para la opinión pública es que a la hermana pequeña del rey lo que la hace divorciarse no es la corrupción demostrada ni los cuernos conocidos sino que la última infidelidad aparezca en portada. Cornuda sí, pero cornuda conocida, un deshonor. Elena nunca se ha vuelto a relacionar con ningún otro hombre. Cristina va por el camino.