La infanta Cristina de Borbón ha atravesado en los últimos años momentos muy bajos en el plano sentimental. El origen de esta situación se remonta a la ruptura definitiva de su matrimonio con Iñaki Urdangarin, hecho que no solo implicó un proceso de separación emocional, sino también una exposición pública intensa y dolorosa. La aparición de imágenes del exduque de Palma junto a otra mujer en la localidad francesa de Biarritz supuso una humillación pública para la infanta, quien hasta ese momento mantenía la esperanza de reconducir la relación con el padre de sus hijos.
Pese a las evidencias de distanciamiento entre ambos, Cristina confiaba en una reconciliación. La hija mediana del rey Juan Carlos I seguía profundamente enamorada. De hecho, siguió llevando la alianza de casada durante mucho tiempo. Además, hay fuentes que aseguran que Cristina intentó volver con Iñaki, proponiéndole incluso ser su amante.

La infanta Cristina acepta la realidad con Iñaki Urdangarin
La consolidación de la relación de Urdangarin con Ainhoa Armentia, sin embargo, terminó por disolver toda expectativa. Este hecho, vivido como una traición emocional, tuvo un fuerte impacto psicológico en la infanta, quien experimentó un progresivo deterioro de su estado anímico, manifestado en episodios de tristeza, ansiedad, pérdida de apetito y aislamiento.
Ante esta situación, y con el respaldo de su entorno más cercano, en particular, sus hijos, Cristina optó por recibir atención especializada en un centro suizo de reconocido prestigio. Allí, la infanta fue tratada por un equipo de psiquiatras y psicólogos de primer nivel, en un entorno que garantizaba discreción y tratamiento personalizado.

Cristina necesitó tratamiento para superar los peores momentos
Durante el proceso, se restringió al máximo el contacto con el exterior, incluida toda interacción con personas vinculadas a su expareja. El objetivo fue permitirle un espacio de recuperación profunda, alejada del foco mediático y de las tensiones familiares derivadas del proceso de separación.
Un paso que, con el tiempo, ha quedado probado que fue todo un acierto. Después de firmar los papeles del divorcio, Cristina solo ha mostrado signos claros de mejoría y estabilización emocional. Aceptada la ruptura matrimonial, ha comenzado a reconstruir su vida, centrando sus prioridades en el bienestar personal y en la atención a sus hijos.