La infanta Cristina ha vivido años de gran preocupación por su hija, Irene Urdangarin, quien ha atravesado momentos difíciles en su entorno social. Aunque la joven ha crecido rodeada de lujo y privilegios, esto no la ha eximido de enfrentarse a situaciones que han generado inquietud en su familia. Desde la separación de sus padres, el deterioro de su círculo cercano ha sido un tema de gran angustia para la infanta.
El futuro de Irene parecía estar claro cuando intentó ingresar en la Universidad de Lausana, pero al no superar las pruebas de acceso, su vida tomó un rumbo inesperado. En lugar de continuar en Ginebra, donde había vivido junto a su madre, decidió trasladarse a Madrid y alojarse en la Zarzuela con su abuela, la reina Sofía.
Irene lo pasó muy mal con la separación de sus padres, la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin
Lo cierto es que la vida que llevaba en Ginebra ya no gustaba a la infanta Cristina. El divorcio de sus padres le estaba afectando en gran medida. Buena prueba de ello son su fracaso para entrar en la Ecolint y sus dificultades para superar el bachillerato. Y las cosas no mejoraron durante su año sabático. La joven realizó un viaje de voluntariado a Camboya, una experiencia que se esperaba que la ayudara a encontrar estabilidad emocional. Sin embargo, las expectativas no se cumplieron del todo. Ya antes de irse comenzó a integrarse en un entorno que despertó preocupaciones en su familia, especialmente en su madre. Y lo siguió frecuentando a su vuelta de África.
Desde que se instaló en Madrid, Irene ha mantenido una estrecha relación con Victoria Federica, una de las figuras más mediáticas de la familia real y conocida por su activa vida social. Aunque ambas son primas y han compartido experiencias desde la infancia, la infanta Cristina comenzó a notar actitudes en su hija que la alarmaron.
El entorno de Victoria Federica es ampliamente conocido por sus continuas salidas nocturnas, su vinculación con fiestas exclusivas y, según fuentes cercanas, la presencia de malas influencias. La infanta Cristina no tardó en advertir que Irene podría estar involucrándose en un círculo donde las adicciones y las conductas cuestionables eran frecuentes.
La infanta Cristina, dos años luchando por proteger a su hija
La preocupación no era casual. Durante su estancia en Ginebra, Irene ya había entablado amistad con personas con comportamientos cuestionables, algo que preocupó profundamente a su madre. El temor de Cristina era que su hija repitiera los mismos patrones al mudarse a Madrid y al estrechar lazos con Victoria Federica y su círculo. Y así fue.
Decidida a intervenir antes de que la situación se volviera más grave, la infanta Cristina tomó medidas para alejar a su hija de estas malas influencias. De entrada, le recriminó a la infanta Elena que Victoria Federica estaba siendo una mala influencia para Irene. Para Cristina, era fundamental que su hija se rodeara de personas que la ayudaran a reconducir su vida en lugar de desviarla aún más. Finalmente, tras dos años de lucha contra las malas compañías de su hija y su desinterés por seguir un camino más recomendable, convenció a Irene para que retomara sus estudios, consiguiendo que abandonara Madrid y se instalara en Oxford desde el pasado mes de septiembre.