La fama de mujeriego perseguirá al rey emérito Juan Carlos I hasta el fin de sus días y mucho más allá. Sin embargo, en contraste con las ilimitadas faltas de respeto hacia su esposa y madre de algunos de sus hijos, la reina emérita Sofía, Juan Carlos I siempre se ha preocupado por que a los suyos no les falte de nada. La generosidad con sus descendientes es incuestionable.
No de todos. Leonor y Sofía, hijas de Felipe VI y Letizia, han sido excluidas de este flujo económico por decisión de su madre. Pero los hijos de Cristina y Elena sí disfrutan de una vida de privilegios gracias a la generosidad de su abuelo.
Juan Carlos I, mediante la infanta Cristina, cubre casi todos los caprichos de sus nietos Urdangarin
Desde Abu Dabi, donde Juan Carlos I reside tras su exilio autoimpuesto, el ex monarca sigue manejando una fortuna considerable, asegurando que sus nietos no sufran por falta de recursos. Aunque no es él directamente quien les nutre la cuenta corriente. Debido a los problemas legales y fiscales que lo rodean, Cristina ha asumido el papel de intermediaria en esta compleja red financiera en el caso de los Urdangarin. Cada mes, la infanta realiza transferencias millonarias a las cuentas de sus cuatro hijos: Juan Valentín, Pablo, Miguel e Irene.
El sistema es simple pero efectivo: Juan Carlos I transfiere fondos a Cristina, y ella se encarga de distribuirlos entre sus hijos o, directamente, de correr con algunos de sus gastos. Esta operación permite a los nietos del emérito llevar un estilo de vida que muchos considerarían inalcanzable. Por ejemplo, Juan Valentín, el mayor, vive en un piso de lujo en Londres, cuyo alquiler y gastos son completamente cubiertos por su madre. Por su parte, Irene, la menor, cursa estudios en Oxford, una de las universidades más prestigiosas del mundo, con todos los costos, desde matrícula hasta alojamiento, financiados por este flujo constante de dinero.
Sin preocupaciones económicas
Mientras tanto, Pablo, jugador profesional de balonmano, recibe una "ayuda" mensual que complementa su sueldo, permitiéndole mantener un estilo de vida acorde a su apellido. Finalmente, Miguel, quien ha decidido tomarse un año sabático sin estudiar ni trabajar, depende totalmente de las transferencias de su madre para cubrir todos sus gastos.
Lo curioso de esta situación es que, aunque el rey emérito está físicamente lejos de España, su influencia económica sigue siendo palpable en la vida de sus descendientes. Este sistema de transferencias no solo garantiza el bienestar de los hijos de Cristina, sino que también refuerza la dependencia económica de esta rama de la familia hacia la figura de Juan Carlos.